Alguien, en cierta ocasión, me dijo una frase que la recordaré siempre. “Mientras tengas camino, puedes volver. O llegar”
Me encontraba como esas rosas que se
dejan de regar y que, al regarlas, vuelven a crecer con ese brillo suave que da
al beber un solo sorbito de agua. Así.
Pero hoy no. Hoy me acompaña el mismo
brillo que puede tener la rosa más aterciopelada. Es un día bellísimo que está dejando
en mi alma un bálsamo de flor piadoso y una fuente de agua clara para poder
seguir bebiendo en la primera hora de la mañana.
Y, sin quererlo, escuché sus pasos rozando
en el asfalto con sus zapatillas de lona vieja. No dijo ni hola.
Nos tenemos que hacer expertas para
tomar experiencia, dijo de repente. Hay que buscar quien las enseñe, o el libro
donde estén escritas, para que preguntando o leyendo, sepamos y andemos ese
camino del que hablabas antes y poder llegar al lugar que quieres. Puede ser también, que se puedan leer en el libro de la rutina diaria. Sí, le contesté.
Entre la experiencia y los libros, podemos llegar peor o mejor. La cuestión es escoger
bien el camino y poder llegar. Bueno, decía ella, pero poco apetitosa y gustosa
será la lección de los libros, si no tomas del corazón la reflexión y el sentido
devoto y espiritual provechoso; porque Dios da el don de la gracia, pero otra cosa muy diferente, es el conocimiento de ese don. Sucede, la mayor parte de las veces,
que no sabes por qué te ha dado la gracia y qué cosa quiere de uno, y lo que te
puede ocurrir, es que llores por todos los rincones como le pasaba a San Juan.
Bien es verdad, que no se pierden las esperanzas de esos obsequios que el Señor
nos da que son como el tarro de miel para que tomemos alguna gota de su gloria.
Prosiguió su discurso haciendo saber qué quería decir. Cuando vas creciendo
en esa gracia, tanto se dilata el alma que amas con más ardor y esperanza,
aunque sientas que algo mucho te falta; pero eso no importa. Esa es la gran señal
y el mejor testimonio del amor de Dios de cómo nos comunica sus santos dones
espirituales y nos hace ver cuánto nos ama en cada momento, aunque estemos a
falta de conocimientos.
No te olvides, concluía, que la gracia de la devoción la da Dios
algunas veces, sólo, temporalmente. En estos casos y en todos, no dejes de suplicarle y
rogarle.
+Capuchino de Silos
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