Prosiguió su oración diciendo en tono muy bajito como si dialogase con su
propio yo.
Hablando espiritualmente, me decía, a Dios le gusta esconderse en lo más
secreto del corazón del hombre con las puertas de los sentidos bien cerradas
para que la mano del demonio no lo pueda atrapar. No tendría mejor lugar para
esconderse que su propio corazón y apartar, cuanto pueda, todo mal, todo
pensamiento que pueda ser estorbo para recibirlo con mucha devoción, dar
lo mejor de sí.
Es para entregarle al Padre, es para su Rey. De esta forma correrás
apresurada hacia Él que te recibirá con los brazos abiertos.
Es lo que espera del hombre. Así lo inflamará con su tea divina para que
arda fervientemente su alma. Lo arrebatará con la llama del Espíritu Santo
divino que se vaciará íntegramente por entero en Él y el deseo de entregarle
todo lo que antes había recibido.
Constantemente, el corazón que ama con ternura y misericordia, es atraído
por Dios, igual que las bolsas que están vacías son atraídas por cosas para ser
ocupada.
Cristo es muy exigente. Lo quiere todo para Sí y tenerlo todo sujeto y bien
sujeto para elevar esa alma. Sabe que es la manera de gozar.
Así abrazará el corazón al suyo propio.
+Capuchino de Silos
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