domingo, 6 de junio de 2010
La estatua viviente
La mejor señal de felicidad de que algo bueno va a sucederte por la calle, es que estés deseando una llamada y en ese momento suene el móvil, que sea la persona deseada, y a voz en grito le digas: - ¡qué alegría, estaba esperando tu llamada! Y comienzas a hablar sin ton ni son. No la dejas hablar.
Y los que cruzan, te miran sorprendidos por tu tono elevado; otros, hacen un gesto, te sonríen, y siguen su camino; otros, simplemente giran la cabeza. Y tú sigues y sigues; esta vez, dirigiendo la vista hacia una estatua viviente de enormes gafas y sombrero negro, que repara en la alegría que te inunda. Él, delicadamente, te ofrece un libro que tú aceptas.
De repente, te das cuenta que estás en plena calle y que la otra persona no ha articulado palabra alguna todavía.
Pero tu alegría y alboroto no molesta ni asusta a nadie.
Ahora, todos te miran. Eres la protagonista con la estatua viviente de enormes gafas y sombrero negro, que en quietud total, se ha convertido, en escultura bien modelada, mirándote fijamente, mientras tú ojeas el libro y te asombras.
Todo es real, pero parece falto de toda realidad. Estás en una calle cualquiera, a una hora cualquiera, con un libro cualquiera que te ofrece una estatua viviente de enormes gafas y sombrero negro.
Abres el libro y encuentras la frase que siempre guardas y recuerdas de Juan Ramón Jiménez. “intelijencia dame el nombre exacto de las cosas”.
+Capuchino de Silos
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Bien surrealista el relato.
ResponderEliminarBella "estatua" y buena lectura.
Saludos
Hacia tiempo que no venia por aqui, excelente entrada, solo que si en vez de la llamada que esperas es otra, que te hubiera producido dolor, ¿que te hubiera ofrecido la estatua? Tengo curiosidad.Un saludo
ResponderEliminarMuy bonito, "C". Como casi todo lo ficticio, o imaginario, un poco encriptado el relato, pero eso no es un defecto literario, sino por el contrario un estilo difícil de cultivar. Si lo he entendido bien, viene a ser algo parecido a aquello tan hermoso que le sucedió a un niño, que penetró en un libro y, a través de él, en otro y en otrp, hasta no acabar nunca, en todo lo que la vida puede encerrar, o la Ciencia saber. Una especie de Historia interminable, querida "C". Me ha gustado mucho. Un beso. Luis.-
ResponderEliminarqué original, me encanta.
ResponderEliminarPero para que veas lo ingenua que soy (o lo cansada que estoy), hasta que apareció en el relato la estatua que ofrecía el libro, pensé que era una vivencia tuya...
Que pases una buena semana. un abrazo.
Que delicia poder leerte.Hoy quiero pedirte un favor,mañana en tus oraciones piensa en mi y en mi marido,es el dia que el TSJ,revisa la sentencia por su muerte,ylo veo tan de justicia que lo consideren lo que fue, un accidente de trabajo.Creo que le debo llegar hasta el final,pues su gran responsabilidad le hizo morir trabajando.Un monton de besos y gracias.
ResponderEliminarQue lindo!!!! y ese final mencionando a Juan R. Jiménez!!!
ResponderEliminarBesotes y buena semana
Ale, me alegro que te haya gustado.
ResponderEliminarCurro, gracias por tus palabras. Si la llamada hubiera sido de dolor, quizás me hubiese dejado el bastón, ¿no?.No sé.
Luis, gracias por tus palabras.
Esperanza,si, todo era ficticio.jeje
Toñi,me acuerdo.Lo seguiré haciendo.
Alma,la frase de J.R.Jiménez, lo mejor.
Muchas gracias a todos.Besos