De pequeña en el colegio solía escribir el
diario de la Niña María y le contaba “en confesión” que quería ser mártir, con garbanzos en los zapatos. Que quería perderme con
los mayores para poder jugar a solas conmigo; era más divertido y no me peleaba
con nadie. Muchos se aburren; otros se quieren quedar solos para no aburrirse,
le dije en una ocasión.
Así, con mis pensamientos, la escuché
llegar casi de puntillas; no Ella, sino la que me habla cada día a la caída
de la tarde sentándose a mi lado pensativa.
Pienso, decía, que hay que examinar
tres cosas para llegar a buen puerto. Entendí que se refería a la vida...¡Eso!
Lo primero que hay que indagar, son las situaciones
inseguras, difíciles y peligrosas. Lo segundo, que se tome experiencia de unas
cosas para cuándo nos encontremos con otras similares. Lo tercero, que se afine para
perfeccionar los compromisos.
Cuando terminó esa frase me miró y le
solté un: ¡Ufff!¡Cuánto trabajo!
Los mayores riesgos en situaciones
peligrosas, deben hacernos temblar, pensé. Sí..., como adivinándome... pero con
diligencia y sin miedo examinaremos bien el rumbo que tomemos en esas situaciones
y en todas. Se presentan a diario.
Nuestra vía en esta vida es como ir
navegando con una barca por mar abierto. Cada ejercicio que hagamos de virtud y
santidad, es como ir en esa barca salvando la marea e ir rebasando remolinos y borrascas
para no sucumbir con ella.
¡Todo es muy difícil y duro! ¿Podré yo sola?
Sola no estás nunca, me contestó.
Gritando:¡¡¡Confianza!!! se marchó
+Capuchino de Silos
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