Calurosa y añil. Así era la tarde.
Imposible aspirar la felicidad.
El color frío ayudaba algo mientras miraba
la pared que se hacía cada vez más malva, más azul. Iba cayendo la tarde en un beso largo.
Llegaba y se sentaba cansada; ésta vez
empapada en sudor oliendo a limpio.
Seguiré con el corazón y cómo encender esa
farola, me decía.
A través de nuestra alma, desde la
mismísima raíz oculta, hasta lo que mostramos, me decía ensimismada mirando la pared
de blanca cal viva, nos conoce Dios. Nosotros, por lo que mostramos externamente,
conocemos muy poco lo de dentro. Él entra mucho más allá; donde está los más
oculto. También de esas culpas tapadas debemos pedir
compasión.
Diré que lo que tenemos por hombre no bueno, es
aquel que no es atento y celoso con su conciencia. Son los que no piensan
en el juicio que un día llegará, porque tienen los hábitos y costumbres contrarios a
los que buscan a Dios y caminan con la mochila cargada de ternura, piedad y
misericordia. El que pide consejo al buen samaritano para afinar sus buenas obras y nunca ofender a nuestro Padre. Al más justo, proseguía mirándome con firmeza,
le conviene examinar y perfeccionar su comportamiento; siempre, en todo momento. Es una
regla para ver y conocer lo que se hace por simple que sea. Si
pecas o no pecas; en toda ocasión. Todos somos pecadores. Hay que ser muy estrictos con esto. Todos debemos
amar y tomar consejo para perfeccionar nuestro comportamiento. No ser
negligente con las cosas de Dios.
Te aconsejo que sondees y afines con fuego buscando lo más
oculto, lo tapado, lo que no se ve, aunque no se pueda llegar hasta el fondo.
El fondo, fondo, déjaselo a Dios; limpiar con mucho cuidado, lo más simple y sencillo; así haces más
preciado el oro; pule, pule, para que del horno de la conciencia se saque el
preciado metal más fino, más delicado, más noble.
+Capuchino de Silos
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