Este verano he tenido la
oportunidad de intimar con un crio, hijo, sobrino y nieto de unos conocidos de
aproximadamente ocho o diez años.
No sé si Leo, que así se
llama el crio, hizo la Primera Comunión la pasada primavera o la anterior. No lo sé. Lo
que sí sé es que es un chiquillo abierto, simpático, inteligente, que sabe
todas las marcas de relojes de buenísimas firmas y de todos los coches de alta
gama que existen en el mercado, y que estudia en un colegio muy célebre de la
capital de España en el que se han “educado” gente de renombre y notoriedad,
como Rubalcaba, Aznar y otros tantos. Es el colegio del Pilar dirigido por
hermanos marianistas.
La familia del pequeño
infante, dice llamarse católica. Es una familia de catolicismo moderno y acomodaticio
en el que todo vale; catolicismo que debe ser igual al del colegio donde estudia el chico
que saca sobresaliente en todo, menos en religión por lo que nosotros hemos
podido observar.
Algún domingo pasado de este
mes de agosto, nos ofrecimos para que pudiesen escuchar Misa donde nosotros
vamos habitualmente. La contestación por parte de la familia fue de inmediato:
“ya iremos otro día”.
A la insistencia nuestra,
nos volvieron a contestar: “no, no pasa nada. Otro día iremos” No nos dimos por
vencidos y nos dirigimos al niño que podía ir y venir con nosotros, a lo que el
niño contestó: “no, prefiero jugar con mis amigos”
- Es que hoy es domingo y
hay que ir a Misa, le recordamos. Si no vas, tendrás que confesar antes de
recibir al Señor el próximo día que vayas.
- “No, prefiero jugar con
mis amigos”, volvió a contestarnos.
Ya no volvimos a insistir.
Este último lunes toda la familia,
tuvo que acercarse a la parroquia a una Misa funeral. Al no poder dejar sólo al
pequeño lo llevamos en el coche y le volvimos a recordar que si quería recibir
al Señor tenía que confesar. La contestación del pequeño fue rápida y sin
pensarlo nos dijo: -puedo comulgar sin confesar; no pasa nada, me lo han dicho
en el colegio. Y así fue: comulgó sin más.
Al finalizar la Misa quise entrar
en el sagrario para despedirme del Señor y al ver el chico que me santiguaba con
agua bendita me preguntó qué era aquello. Le dije que era agua bendita.
-¿Eso qué es? ¿Para qué sirve? Le di toda
serie de explicaciones. El pobrecillo no supo qué decir. No tenía la más remota
idea qué era y para qué servía el agua bendita.
Ahora yo les pregunto a esos
curas del famoso colegio del Pilar:
¿Qué clase de formación religiosa
reciben sus “famosos” alumnos?
¿Qué clase de catequesis les
enseñan a los chavales cuándo ni siquiera saben qué es y para qué sirve el agua
bendita?
Les haría muchísimas
preguntas pero ¿Para qué?
Ahora se comprende que alumnos
que se han educado con ustedes como Rubalcaba o Aznar y tantos otros, firmen
leyes que acaben con vidas humanas y otras muchas cosas que para qué voy a seguir
nombrando.
+Capuchino de Silos