Hace un tiempo, leí en algún sitio, este artículo y me pareció muy apropiado para estos días y para siempre ¿por qué no? Que los católicos recordemos y pidamos al Señor por los que mueren a diario en la Santa Misa, creo que es una buena obra de caridad.
No puedo decir el nombre de la persona que escribió este artículo porque no lo recuerdo. Sé, eso si, que es un sacerdote. Sea quien sea, vive una preciosa espiritualidad.
He sustraído algún trocito para acortarlo, pero merece la pena leerlo.
Otro día pondré la parte del purgatorio que no tiene desperdicio.
"Ayudar a los moribundos".
"Creo que la mejor obra de caridad que podemos hacer es ayudar a una persona a bien morir, y ayudar a un alma que está en el purgatorio, que no puede hacer nada por ella misma, pero que desde aquí le podemos ayudar muchísimo. Primero ayudar a los moribundos.
El interés que yo pongo por ayudar a un moribundo es la obra de caridad más eficaz y más apostólica de todas las que puedo hacer. Porque todas las demás personas a quienes yo procuro ayudar apostólicamente, quizás conserven todo lo que trabajo con ellas; pero no sé. No sé qué rumbo van a tomar a lo largo de su vida Ahora, lo que haga yo con un moribundo, ése es trabajo seguro. Si yo logro ayudar a un moribundo a que muera en gracia, es solución definitiva.
Eso ya no se estropea. Por eso es tan eficaz apostólicamente ayudar a bien morir a las personas. Es el mayor favor que yo puedo hacer a una persona. Lo va a disfrutar toda la eternidad. Esto puedo hacerlo de palabra con un familiar, o con un amigo a quien visito en su lecho de muerte. Pero también puedo ayudar a los moribundos de todo el mundo.
¿Cómo les ayudo a bien morir? Rezando por ellos. Pidiendo por ellos. Sencillo. Si la oración es eficaz, si la oración es infalible en algo, es cuando pido por un moribundo. Cristo en el Evangelio nos habla muchísimo de «Pedid y recibiréis», «Buscad y hallaréis»: de la fuerza de la oración. Cristo habla en el Evangelio incluso con frases hiperbólicas: «Pídele a esa higuera que se traslade al mar, y la higuera se trasladará al mar». La fuerza de la oración es impresionante.
Sólo hace falta una condición para que la oración sea eficaz: que yo pida lo que conviene; porque si yo pido lo que no conviene, Dios, naturalmente, no me hace caso. Como la madre de familia, que cuando el niño se echa a llorar porque quiere el cuchillo de cocina, la madre no le da el cuchillo de cocina, porque se va a cortar. Le da un sonajero, le da un juguete; pero no le da el cuchillo de cocina.
Ahora, lo que sí sé, es que si yo pido la conversión de un moribundo, eso conviene seguro. La condición indispensable es que yo pida una cosa buena. Esta condición se cumple si yo pido la conversión de un moribundo. Eficacia segura, infalibilidad segura. No hay más que una dificultad: que el otro quiera. Si el otro no quiere, no hay nada que hacer. Porque Dios no salva a nadie contra su voluntad. Dios no mete a la gente a empujones en el cielo. Hace falta que el otro quiera. Porque si el otro rechaza la gracia, nada.
Pero es evidente que si yo pido para un moribundo un aumento de gracia, ese moribundo recibe el aumento de gracia. Eso es infalible. Ahora, ese moribundo, ¿aceptará el aumento de gracia, o no lo aceptará? No sé. Quizás el otro rechace el aumento de gracia. Entonces no sirve. Pero como yo pido por todos los que van a morir hoy en el mundo, no todos van a rechazar la gracia recibida. Mañana pediré por los de mañana. Y pasado por los de pasado. Pero hoy, voy a pedir por todos los que van a morir hoy. Yo pido un aumento de gracia para todos los que van a morir hoy. Y Dios, seguro que les da ese aumento de gracia, porque pido una cosa buena.
Por lo tanto, gracias a mi oración, todos los que van a morir hoy, van a recibir un aumento de gracia. ¿Algunos la rechazarán? Pues quizás, sí. Pero, ¿y el que la aproveche? Alguno se aprovechará. ¿Cuántos? No sé. ¿Uno? ¿Cien? ¿Mil? Alguno se aprovechará. Algunos de esos hombres iban a rechazar una gracia, que era suficiente, pero no era eficaz; no les bastaba. Pero al recibir esa nueva gracia que yo les consigo, piden perdón, se arrepientan, y se salvan. Y se han salvado gracias a mí. Gracias a la oración que yo he hecho por ellos Porque han correspondido a una gracia que no tenían.
Dios les había dado la gracia suficiente. Pero este aumento de gracia que yo he pedido para ellos, y que Dios no me la niega, hace que la gracia suficiente haya resultado eficaz. Si yo logro con mi oración de todos los días, un aumento de gracia, y algún moribundo cada día gracias a ese aumento de gracia pide perdón, se arrepiente y se salva, fijaos, ¡la cantidad de gente que se puede haber salvado gracias a mi oración!
Y, ¿qué oración hago para que se salven? ¿Cuándo hago esa oración? Yo la hago en la santa Misa. En el punto central de la Misa. En el momento de la consagración. En la elevación, cuando estoy elevando la Sagrada Forma, y cuando estoy elevando la sangre de Cristo en el cáliz, yo digo esto:
«Señor mío y Dios mío: que tu santa redención consiga mi salvación eterna y la de todos los que van a morir hoy. Amén».
«Señor mío y Dios mío» que es un acto de fe evangélico. Lo dijo Santo Tomás. Además es una devoción muy española y muy popular. Siempre nos han enseñado de pequeños que en la elevación digamos mirando a la Sagrada Forma y mirando al cáliz: «Señor mío y Dios mío». Después de este acto de fe tan bonito, tan español y tan evangélico «Señor mío y Dios mío», añado: «que tu santa redención» que se está repitiendo en la misa. El sacrificio de la misa es la repetición de la muerte de Cristo en la cruz.
Sigo: «...que tu santa redención consiga mi salvación eterna». Todos podemos tener un mal cuarto de hora. ¡Dios nos tenga de su mano! Hay que ser humildes y reconocer nuestra fragilidad. Tendría poca gracia que ayudemos a otros a morir, y nos condenemos nosotros: «triste cosa será, pero posible». Termino: «...que tu santa redención consiga mi salvación eterna y la de todos los que van a morir hoy Amén».
Esto lo digo todos los días en la Santa Misa, mientras tengo la Sagrada Forma en mis manos, y mientras tengo el cáliz. Dice San Alfonso María de Ligorio que quien pide su salvación, se salva. Por mi salvación y por la de los demás. Hoy por los de hoy, mañana por los de mañana y pasado por los de pasado.
Evidente, que mi oración conseguirá que alguno, que iba a morir en pecado, porque la gracia que tenía no le bastaba, con el aumento de gracia que yo le consigo pida perdón y se salve. Qué fenomenal obra de caridad con ese moribundo que se iba a condenar y gracias a mí se ha salvado. Y cuando él en el cielo sepa que se salvó gracias a mí, porque he pedido por él, y le he conseguido un aumento de gracia, ¡fijaos el ejército de amigos que tendremos en el cielo pidiendo a Dios e interesándose por nuestras cosas!"
¿Qué os ha parecido? A mí, maravilloso.
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Me ha conmovido el escrito que nos pones hoy. Verdaderamente es un hombre de espiritualidad fina.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho el sentido que le da en el texto a la intercesión por los moribundos... y eso de que tendremos muchos amigos en el cielo interesandose por nuestras cosas ¡es genial!
Un abrazo y gracias.
Hola Capuchino
ResponderEliminarMe ha gustado especialmente leer este post tuyo ahora que acabo de llegar a casa después de asistir a la Sta Misa del día de difuntos. Y llego con un cierto mosqueo porque en la comunión se cantó una canción típica de Pascua. Es que me parece que no somos conscientes o, mejor dicho,algunos de los que predican no son conscientes de la realidad de las ánimas del Purgatorio y de la necesidad que tienen de nuestras oraciones y sacrificios. Estoy hasta la peineta de que no se predique la fe de la Iglesia.
En fin querida Capuchino, que tendré en cuenta para el futuro la oración de intercesión por los moribundos del día. Aunque no sé si nosotros somos quienes conseguimos ese aumento de gracia o es Dios quien se sirve de nosotros para concederlo (y ya de paso nos bendice a nosotros como El sabe). Tengo que releer eso.
En definitiva, que _como ya es tradición_ me ha gustado mucho tu post.
Pues sí. Es maravilloso. ¡Cuántos hay que se mueren sin una compañía, sin una oración, sin nadie que pueda consolarles y librarles de la angustia que para muchos supone este paso. Todos los días debemos orar por los que están a las puertas del encuentro con Dios.
ResponderEliminarGracias por tu bello post.
Un abrazo
Gracias, muchas gracias un saludo en Cristo Jesús
ResponderEliminarMuchas gracias por tus oraciones, también te tendré presente en las mía.
ResponderEliminarAprovecho tu generosidad para pedirte oraciones por el Cursillo de Cristiandad que tendremos del 25 al 28 de noviembre.
Buena y constructiva reflexión. Creo que puede ser de Catholic. Net, al menos yo tengo una en mi blog de Dodim a agapé que tiene mucho parecido.
Te sugiero que pongas un gadget de seguidores porque así puedo seguirte mejor.
Y gracias también por el piropo a mi hermosa y querida isla. Dede ahora, me has despertado ese sentimiento, daré gracias a DIOS por regalarme este hermoso lugar.
Un abrazo en XTO.JESÚS.
Andy, a mí también me ha conmovido y parecido muy espiritual e instructivo el contenido del escrito y, si podemos interceder por los que mueren cada día y tener tantos amigos en el cielo, eso me conmueve todavía más.
ResponderEliminarDesde entonces en la Consagración de la Santa Misa, lo hago a diario, pero mi director espiritual dice que también hay que rezar por los vivos.
Esperanza, ¿a mí me lo vas a decir? Mi parroquia no es la mía es otra, así que te aconsejo que te busques otra. Pídele al Señor que te ayude a encontrarla. Te ayudará, estoy segura.
ResponderEliminarTe digo que, ahora, somos los fieles los que tenemos que luchar y exigirle a los curas. El Señor no se merece lo que está pasando. Hazlo por Él y muévete y exige hasta quedarte ronca, que para eso estamos.
La oración sí que nos sirve; la hago, desde entonces, a diario. El Señor nos escucha a TODOS, pero no te olvides que hay que pedirle también por los vivos.
Me alegro volver a "verte"
Un besazo
Angelo: me quedé preocupadísima ayer cuando contesté a tu maravilloso correo y ni siquiera te lo agradecí. Lo di por hecho. Es que soy muy bruta y distraída. Así que primero, y antes que nada, MUCHÍSIMAS GRACIAS. Lo pasé de escándalo y disfruté de lo lindo. ¡Qué experiencia tan maravillosa! Mándame otra experiencia que tuviste de la Virgen, porfa.
ResponderEliminarTe ha gustado el articule ¿eh? sí, creo que ha sido bastante interesante.
Espero verte de nuevo por estos lares.
Un fortísimo abrazo
Una pregunta ¿eres español? no me lo pareces físicamente.
Lourdes, cuando he escrito tu nombre me he acordado de mi hermana que se llama como tú.
ResponderEliminarGracias por pasarte por aquí, siempre es una alegría ver que puedes encontrar y hacerte con nuevos amigos con tus mismos ideales y sentimientos.
Gracias de nuevo y un fuerte abrazo.
Salvador, a ti te digo lo mismo, gracias por pasearte por mi blog.
ResponderEliminarMe hizo mucha ilusión que fueses de Lanzarote. Allí viví mi primera etapa de matrimonio. Allí vive una cuñada mía y sus dos hijos y de allí tengo tan bueno, buenísimos recuerdos, que me traslado mentalmente y se me alegra el alma. Creo que Lanzarote es uno de los caprichos más bellos de Dios Nuestro Señor.
No te preocupes, en este blog nos acordamos de todos los blogueros y especialmente en esos días del cursillo.
Escríbeme a mi correo particular: risnatara@hotmail.com y haré lo imposible para que puedas seguirme.
El mismo abrazo en XTO.
Esperanza: ¡cuántas veces me acuerdo de ti! Ya no vienes nunca por aquí, como tantos otros.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.