En la puerta de esa pastelería-cafetería, había una parada de taxis, una gitana que se iba a su casa en uno de ellos cada día, (eso decían los empleados de la cafetería), y un perro negro que dormía bajo las estrellas, de un aspecto de abandono espantoso, limosneando y vagabundeando igual que la gitana. Ninguno de los dos faltaba a su cita cada mañana.
Mi amiga María, que es decoradora, tenía enfrente de la confitería una preciosa tienda de decoración. El lugar de la tienda no podía ser mejor y además, tanto ella, como yo, viviendo en aquella época en Los Remedios, podíamos vernos casi todos los días a tomar café, a desayunar o tomarnos una cerveza en Nova Roma.
Un día de tantos, me pidió que la acompañase a un anticuario pues quería cambiar el escaparate central de la tienda que comprendía dos grandes ventanales haciendo esquina. La acompañé, y entre ella y yo, escogimos todo lo que nos iba hacer falta para decorar el dormitorio que posteriormente iría en ese escaparate. Colcha y dosel y cortinas de encajes, cajitas de cristal, joyero, cuadros, alfombras, portarretratos, lámparas. Objetos de decoración de todo tipo, de una calidad extrema y de muchísimo valor.
Era un sábado por la mañana, cuando por fin terminamos la tarea de la decoración del escaparate que quedó de auténtico dulce con las cortinas y la cama con dosel y colcha de delicadísimo encaje de Bruselas. Encontramos hasta una pequeñita mecedora antiquísima con cojín de brocados en tonos melocotón desvaídos que iba que ni al pelo y que entonaba con las suaves y primorosas alfombras gastadas por los años de pequeñas pinceladas color oro. Los cuadros y abaniqueras, lámparas y demás detalles, quedaron amorosamente colocados y nosotras felices con aquél romántico y lujosísimo espacio.
Fuimos a celebrar nuestra victoria a Nova Roma y al entrar, se nos acercó el mugriento y hambriento perro que nos miró con cara de súplica hambrienta y de apariencia y aspecto nada recomendable. Nos miramos mutuamente y sin articular palabra alguna, fuimos a comprarle dos latas de comidas que devoró en el acto en el cuarto de baño de la tienda. Lo sacamos de allí como pudimos, pero el animalito no se separaba de nosotras siguiéndonos a todos lados en señal de gratitud.
Nos olvidamos de él, se cerró la tienda a la una y media, hasta que el lunes, llegando María a la hora de abrir, no dio crédito a lo que sus ojos veían. Nunca los escaparates habían estado tan llenos de gente y pensó en el éxito que la decoración había tenido. Pero su sorpresa fue otra: el perro, mugriento y sucísimo, estaba a sus anchas durmiendo plácidamente en aquella cama con dosel, rodeado de encajes de Bruselas, con la barriga llena, dejando en la cama toda la suciedad que su cuerpo portaba y ajeno a lo que ocurría en el exterior.
María lo prohijó.
+Capuchino de Silos
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Muy bien hecho por Maria!!
ResponderEliminarYa sabemos que el mejor amigo del hombre es el perro...
Un saludo.
Ana
Qué buena historia! me has inspirado para contarte una que subiré pronto, espero.
ResponderEliminarUn beso
Que hermosa historia!!! yo tengo gato pero amo los pichichos, por lo tanto me ha emocionado la historia
ResponderEliminarBesito y buena semana
Muy buen relato. Es interesante , está muy bien escrito y tiene un desenlace sorprendente.
ResponderEliminarSaludos
Ja ja ja ¡Que menos! el perro demostró ser un autentico crack del marketing.
ResponderEliminarTiene un final feliz y como ya han dicho lo has narrado impecablemente, envidiablemente diría yo.
Un abrazo
¡Un final precioso!
ResponderEliminarEn esta historia el mejor amigo del perro resultó ser tu amiga María, ¡bravo por ella!
Un abrazo muy cordial.
Que buena persona Maria,despues de el desastre(nada de problemas),se queda con el perro.
ResponderEliminarAna, me encanta tu anónimo.
ResponderEliminarCreo que eres hermana o prima de Toñi ¿no?
Me alegra conocerte virtualmente.
Un beso
AléMamá. Gracias.
ResponderEliminarEspero leer tu historia.
Un fuerte abrazo
Alma.
ResponderEliminarMe alegro que te haya gustado la historia.
A mí también me gustan los gatos.
Muchas gracias y un besazo
Albert.
ResponderEliminarMuchas gracias por tus halagos.Eres muy amable.
Un abrazo
Man, el perro fue el que más publicitó el escaparate.
ResponderEliminarMe alegra verte por aquí. A quien no veo es a Luis.
Unos fuertes abrazos a repartir
Andy.
ResponderEliminarMi amiga María no es mala persona. Que no se entere que se va a poner más ancha que larga.
Un fuerte abrazo
Toñi.
ResponderEliminarMe acuerdo mucho de ti. ¿Estás mejor? También me acuerdo de Luci todos los días.
Me alegro verte de nuevo. Te extrañaba.
Un montón de besos y a cuidarse.
Qerida amiga, preciosa historia, me encanto y emociono.Felicidades.
ResponderEliminarUn gran abrazo Isthar
Querida Isthar. ¡Qué alegría verte por estos lugares! y qué preciosos los reportajes que pones en tu blog.
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras y por venir.
Un besazo
Me encantan esas historias personales tan propias de la vida de cada uno.
ResponderEliminarEn la casa de la playa que era de mis abuelos, yo salía a caminar todos los días junto con una tía abuela ..... siempre volvía con un quiltro de la calle a " cuestas" podían pasar días o quizás más de una semana ( o todo el veraneo) sin que el perro se fuera de la reja de la casa en donde me esperaba.
Uno de ellos cuando veía que salía a pasear , me seguía muy contento moviendo la cola ... quizás le gustaba deambular tanto como a mí en medio de los roqueríos.
PD: Una grata sorpresa encontarme con este blog. maría.
María: Te llamas como la protagonista de la historia. Por lo visto a ti también te gustan los perros. A mí me encantan, y los gatos.
ResponderEliminarAlgún día contaré una historia preciosa de perros y gatos que te gustará.
Muchas gracias por tu visita y por tu halago. Ven cuando quieras.
Como diría mi abuela ¡algunos animalitos parece que tienen conocimiento! _y el perro de la historia supo hacerse querer por buena gente :)
ResponderEliminarYo de pequeña era amiga de otro perro callejero_también en un lugar de veraneo, como cuenta maria_ El perrillo me quería mucho, porque le daba azucarillos y trozos de galletas... pero no me dejaron adoptarle! pena!
Esperanza:Cuando tengas un perro,por mucho que les guste, nunca le des ni galletas ni azúcar porque le produce ceguera. Me imagino que el tuyo no le pasaría nada porque tampoco sería por mucho tiempo.
ResponderEliminarQué pena que no te dejaran tenerlo ¿no? Este de la historia, Chucho creo que se llamaba, tenía hasta un tumor en el lomo que se lo operó un amigo. Encontró una buena cuidadora.
pues no le pasó nada, porque era perro "de veraneo" y tenía cuidador en la finca y todo eso... pero tomo nota de lo del azúcar (al fin y al cabo, para los seres humanos tampoco el azúcar debería ser dieta única, pero cuando se tienen 5 años, pues casi casi :)
ResponderEliminarEsperanza, hablando de azúcar me acabo de tomar un ponche para subirme el azúcar que de vez en cuando se me baja. No la tomo jamás. No me gusta.
ResponderEliminarMe alegro que no le pasase nada. Los callejeros son perro muy fuertes.
Me encantaría conocerte. Besos
Si,amiga virtual, como bien dices soy hermana de Toñy.
ResponderEliminarAqui me tienes para lo que necesites.
Un beso.
Ana