viernes, 21 de mayo de 2010
Bellos recuerdos
Recuerdo mis días de colegio. Tenía yo nueve años entonces, amigas con secretos, y cromos, y chicle rosa de globos grandes bazookas, cuando en un patio inmenso, que parecía más una piscina sin agua que un patio, porque era un hueco enorme hacia abajo con escalera, jugábamos a no sé qué juego, dos bandos muy enfrentados. Enfrentados gracias a las dos monjas que jugaban con nosotras a la hora del recreo.
Yo pertenecía al bando de la hermana Anita. Abierta y comunicativa, de carácter alegre, con un enérgico temple, apasionada y entusiasta, intrépida y voluntariosa. No era muy alta ni tampoco muy guapa, sí, de mucha personalidad. Sus encantos atravesaban el hábito nada más mirarla y oírla. Por los pocos poros que dejaba ver a través de la toquilla, se adivinaba la alegría, espontaneidad y el carácter luchador, que hacía de nuestro equipo siempre el ganador. Por eso me gustaba ella. Los gritos, ¡ay Señor, esa pelota se escapa!, los tengo clavados en mi memoria. Gritando, corriendo y saltando sin parar, con el hábito balanceándose a la vez que se sujetaba la toquilla con las manos para que no se le cayese. La quise con la locura de niña pensando en ser monja. Por eso la escogí, porque quería ser como ella.
La hermana Adriana era diferente. Una Audrey Hepburn de gafas con hilos dorados sujetos a su sentido auditivo debajo de la toquilla. Intelectual, de cutis inmaculado, blanquísimo, de andares silenciosos, pausados y ademanes aristocráticos. Era toda dulzura y femineidad. Juntabas sus manos implorando al cielo en oración cuando el peligro amenazaba, pero ni corría, ni saltaba en busca de pelota alguna, ganando el cielo y perdiendo el partido. El otro equipo, o sea, nosotras, disfrutábamos ante la maldad de la derrota.
Se sabían queridas por nosotras porque moríamos por ellas. Los celos que les teníamos a nuestras monjas eran de aúpa. Raro era el día que no había bronca entre los dos bandos por defenderlas. Eran nuestras referencias para llegar a ser algún día como aquellas divinas mujeres de toquilla blanca, hábito marrón y escapulario.
Hoy me quedan muchas alegrías mostradas por ellas y la nostalgia de aquellos felices años de juegos y más cosas.
+Capuchino de Silos
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Que preciosos recuerdos nos traes hoy. Entresaco una frase preciosa "ganando el cielo y perdiendo el partido". Pues mira, yo hoy me pido estar en el equipo de Adriana, me quedo con ella, y eso que me gusta ganar hasta a haciendo el burro, quizá porque se parece a Audrey Hepburn, quizá porque me la imagino y veo en ella a mi hija Rebeca, quizá sea por la música, pero qué quieres que te diga... hoy me apetece perder el partido.
ResponderEliminarUn abrazo
Pues Man a mí también hoy, como tú, también. Además como gané tantos, jugando en el bando de la hermana Anita. Hoy me paso al bando de la hermana Adriana.
ResponderEliminarMuchos besos para los dos
¿y ese cuadro que pones?
ResponderEliminar¿es la hermana Anita, verdad? (por la descripción de haces a la hermana Adriana no la imagino morena, y además transmite mucha fuerza, tanta como tendría la hermana Anita saliendo tras la pelota :)
Esperanza: Casualmente me encontré esta foto en internet y es un calco de la hermana Anita que era un torbellino.
ResponderEliminarBuscando, buscando, he dado con ella,con la h.Anita, me refiero. Vive en Sevilla. Hablé con ella el otro día por teléfono y se acordaba de todo.Iré a verla la semana que viene. La hermana Adriana está en Madrid. Mira qué casualidad.
¿Qué me dices de Viena?
Nos pone deberes para no parar.¡Dios míos!
Man: ¿Qué tiene que ver tu hija Rebeca? Cuenta, porfa.
ResponderEliminarLeyendo tus preciosos recuerdos,he vuelto a mis años de internado en el colegio de Las hijas de la Caridad,en algunas ciudades las llaman las francesas,(por SANTA LUISA DE MARILLAC Y SAN VICENTE DE PAÚL).Mis dos monjicas encargadas de las internas,SOR CATALINA,delgada y siempre con su andar silencioso,no teniamos la menor duda que si te pasabas en algo, la que te "pillaba"era ella.Y SOR ASUNCION,mas joven y regordetilla,con unos mofletes siempre rojos y una sonrisa bondadosa.Madre mia,cuantos años han pasado.Capuchino,ya conoces a Man y su modestia,por eso igual no te dice lo que ve en su hija Rebeca,yo te digo lo que pienso:Rebeca es un bello angel,rodeada de cinco bellos angelitos.......un ejemplo de madre.
ResponderEliminarToñi: Me alegra mucho contestar tus comentarios y que recuerdes los años de colegio. ¡Son tan bonitos! ¿verdad?
ResponderEliminarEl otro día tuve la oportunidad de hablar con la hermana Anita. Un día de estos iré a verla porque, casualmente, vive en Sevilla.
Me encantaría que Man nos hablase de su hija Rebeca y sus cinco hijos.
Un montón de besos
Que gozada, poder ir a ver a la hermana Anita!
ResponderEliminarYo también tuve mi particular "hermana Anita", bueno un par de ellas. Las dos eran unas monjas de verdad y no "estilo Viena", tú me entiendes. La hna Ana Mª me enseñó a tocar la guitarra (un año, poco tiempo) y era muy mayorina, nos contaba que en el cielo, todos seríamos otra vez jóvenes. Ella tenía un alma de cristal y muy muy joven.
Y la hna. Trinidad intentó enseñarnos matemáticas. No lo consiguió, jaja.. era mano de hierro en guante de terciopelo + sentido del humor. Imposible olvidarla.
Disfruta mucho esta semana con tu entrevista. Ya nos contarás.
Un abrazo.
Ya os contaré, Esperanza, mi experiencia.La hermana Anita tiene el mismísimo carácter alegre y jovial de entonces.Cerrando los ojos me transportó de nuevo al colegio y pasé, por teléfono, un rato estupendo.
ResponderEliminarQué alegría poder contar estas cosas, ¿verdad? y no las otras. Creo que nos ha puesto deberes para tener que sacar matrícula. Yo, estoy en ello.
Un abrazo