lunes, 10 de mayo de 2010

Las campanadas del reloj de la cocina


El reloj de la cocina se volvió mudo un día de verano cuando un calor de justicia caía sobre el patio de todo y toldo blanco, suelo empedrado y gris abujardado que sigue rompiendo con la monotonía de su blancura. Era la una menos trece minutos y medio, de aquella mañana veraniega, cuando su lealtad y constancia, puso fin a sus sutiles y bonitas campanadas.


El lebrillo que hace de frutero, lleno siempre con frutas variadas del tiempo, frutas que cambian de color como cada día cambia la luz que reciben, o porque alguien las hace desaparecer y hay que sustituirlas por otras, se encuentra en el centro de la gran mesa, de tapa de mármol blanca como el suelo, en la parte central de la cocina. De ese lebrillo de cerámica casi blanca y azul añil, está sacada la abstracción de la portada de este blog. Era una tarde en que todo lo cambié de color, de formas, y las frutas sufrieron una metamorfosis en el camino hacia el lienzo. Lo que era aparentemente blanco, lo pude convertir mágicamente en otro color, dejándolo así, marcado para siempre. Es el gesto mágico que tenemos los pintores.


En esa gran mesa de la cocina, estudié muchas de las asignaturas de mi querida carrera, entre papeles, bolígrafos, libros y cafés; toldo echado con aspecto casi veraniego y escuchando ladridos de perros en la lejanía o llanto de algún niño rompiendo el silencio del estudio.


Las sutiles campanadas del reloj de la cocina no han vuelto a sonar, pero parece como si por él no haya pasado el tiempo con su música callada. Al lebrillo, haciendo de frutero, le han salido algunas “arrugas” con sonido de cascado, pero sigue dando frutos, y la mesa sigue tan erguida, tan orgullosa como siempre, derecha como una vela y soportando en silencio el peso que recae sobre ella .


+Capuchino de Silos


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12 comentarios:

  1. Capuchino, me ha encantado este relato... lo sentí como una "naturaleza muerta" escrita. Intimo, grande en su sencillez, bello como esos objetos y las frutas adquieren la dimensión sagrada que tienen... también acertado ese reloj que se detiene... todo ese mundo personal queda fuera del tiempo como en el plano de una pintura. Y a propósito...
    ¿Te he invitado a conocer
    http://www.unaideamuchoarte.
    blogspot.com?
    Muchos cariños!

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  2. Querida Eva, me acabas de invitar. Lo visitaré de inmediato.
    Muchas gracias por tu comentario.
    Eres un encanto.

    Muchos besos

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  3. Coincido con Eva, me ha gustado mucho ese clima intimista y sosegado que tan bien ha catalogao la primera comentarista.

    ¡Si es que eres una artistaza! Cuantísimo valoro ese don en las personas...

    Por cierto...¡el examen de Teología me ha salido bien! (acabo de llegar a casa), en cuanto lo sepa te diré la nota.

    Un abrazo.

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  4. Andy, gracias hijo, eres muy bueno conmigo, siempre diciendo cosas agradables.

    Si me tienes un poquito de cariño, reza por una intención mía durante nueve días, como si fuese una novena. No te olvides, porfa. Te lo agradeceré siempre.

    Es el segundo examen y dices que lo has hecho bien. Otro diez. Al final, matrícula. ¡Enhorabuena!

    Un abrazo

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  5. Yo también he disfrutado mucho con el relato.
    Me ha encantado la referencia a la mesa grande de la cocina. Se saben tantas historias las mesas de las cocinas :)
    Pero la mención al reloj que se para me ha dejado un poso de tristeza. Me ha recordado la canción "mi abuelito tenía un reloj de pared..." (ya sé que no era la intención) A lo mejor no es tristeza y sólo es que voy teniendo sueño...

    Un abrazo

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  6. Esperanza, a mí también me dio mucha tristeza cuando después de tantos años, el reloj dejó de funcionar. El pobre tiene su historia. Si me acuerdo algún día os la cuento.

    La que sigue estupenda es la mesa. Ella sí que podría contar historias si hablase.

    Un besazo

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  7. Capuchino,a tu petición respondo : ¡oído cocina! ;)

    Un abrazo.

    PD: De teología es mi tercer examen ya...y aún quedán, mínimo, dos más (sin contar las demás asignaturas :S )

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  8. Andy, "pa lante" como los de alicante.

    Muchas merçi.

    Abrazos mil

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  9. C. Es una narración preciosa. Te imaginaba en aquella mesa mágica mojando los pinceles en los colores del lebrillo y de las frutas y el reloj, cansino, dando las horas cuando en esa época en Sevilla hasta las campanas de la torre de la Giralda se están bañando a la sombra de su pequeña hermana la Torre del Oro.
    ¿Tiene arreglo el reloj. Seguro que sí, ¿o acaso es porque ahora ha venido el "bonito" del salón, ese que todos los días le da cuerda tu marido y que escuchamos aquí en tu blog y lo ha relegado al injusto rincón de los olvidos?
    No lo creo.
    Un abrazo

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  10. Hola Capuchino, Es cierto que muchos objetos cotidianos tienen para nosotros su alma, particularmente para mí, los relojes cuando se han estropeado han supuesto un motivo de tristeza, creo que es porque son testigos muy directos de nuestras vidas, a lo mejor las miradas hacia ellos son correspondidas.Esta entrada me recordó algo que escribí en mi blog titulado "Rondando las cinco de la tarde".
    Cordiales saludos.

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  11. Man: El reloj, desgraciadamente, no tiene arreglo. yo le tenía especial cariño, pero...Le hacía la competencia a otros dos relojes que se fueron incorporando a la casa con el tiempo. Ellos si siguen funcionando. Mi maridito le da cuerda los jueves.

    Gracias a Dios, te siento más animado.

    Un besazo

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  12. Albert: Iré corriendo a leer esa entrada tuya. Me gusta mucho lo que escribes.
    Estoy de acuerdo contigo. Los relojes tienen un algo de especial. Están en contínua vigilancia sin perder el equilibrio, con lo fácil que es perderlo.

    Un abrazo y gracias por tu visita.

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