viernes, 24 de abril de 2015

Un pequeño esfuerzo y serás santo





En febrero de 2011 puse éste mismo artículo en el blog. Hoy me lo han recordado y lo vuelvo a poner porque me parece que no tiene desperdicio.
Es de un sacerdote Legionario de Cristo.

Dice así:

“Una de mis mayores alegrías consiste en descubrir tantas personas buenas que existen en la vida. Los periódicos y medios nos ofrecen noticias poco edificantes y en cambio ¡son tantas las personas que desean el bien y que les es difícil hacer algún mal a otro! Y si en alguna ocasión se descuidan, se sienten mal y con deseo de cambiar y reparar la ofensa realizada. Estoy casi seguro que tú eres uno de estos.
Debido a la certeza de que la mayoría de los hombres y mujeres son buenos, me impresionó escuchar que lo que el mundo necesita no son personas buenas sino personas santas. Estas palabras no sólo me impresionaron sino que hicieron replantearme mi mismo trabajo: no debo conformarme con ayudar a que las personas sean buenas, debo lograr que sean santas.
Pensé que el trabajo sería fácil: si ya son buenas - me decía a mí mismo - un pequeño esfuerzo y serán santas. En cambio he descubierto que el pequeño esfuerzo se requiere más bien para dar el salto de ser malo a ser bueno. En cambio, el paso de ser bueno a ser santo es algo más que un pequeño esfuerzo. En efecto, la distinción entre malo y bueno se da en el plano humano, mientras la distinción entre lo bueno y lo santo ocurre en dos planos diversos: el humano y el sobrenatural. Para ser santo se necesita cambiar de perspectiva, dejar de ver las cosas desde una visión humana para comenzar a verlas desde la perspectiva de Dios, se requiere dejar de ser el bueno que yo deseo ser para comenzar a ser el santo que Dios ha pensado de mí.
Cristo busca en cada momento el bien de su Iglesia, incluso si ello conlleva dolor y sufrimiento. Buscando lo mejor para la Iglesia no regateó el morir en la cruz y repetir cada día ese mismo sacrificio en la Santa Misa. Además, el Señor, con su poder y sabiduría y movido por el amor concede nuevos carismas y las vocaciones que la Iglesia necesita.

Jesús alimenta a su Iglesia por medio de los sacramentos pero dejando una total libertad. Ahí están los sacramentos, para todos, pero no todos lo reciben con la frecuencia que Cristo mismo desearía. Él es paciente, espera, motiva, pero no obliga a ninguno.
Jesucristo continuamente perdona las ofensas de los bautizados. De tal modo, que la santidad de la Iglesia no es principalmente fruto de sus propias acciones, sino del amor y perdón de Jesucristo”

P. Juan Carlos Ortega Rodríguez

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viernes, 17 de abril de 2015

Un nuevo universo.



Fue lo más dulce que había conocido, lo más suave y apacible, lo más sosegado y cálido que derretía mi alma. Era como un delicioso pastel recubierto de milhojas. No me atrevía a moverme para no poner fin aquel encantamiento que nacía espontáneamente, sin esperarlo, y que rompía todas las reglas de la cordura. La magia me encandilaba y me absorbía sin usar palabra alguna y me obligaba a guardar quietud como queriendo que todas las horas fuesen aquella. No soñaba. Las ondas iban deshilachándose despertándose en la sombra y dejaba, por un instante, de ser dueña de mis propios pensamientos. Un nuevo universo en el que él y yo... dejábamos el camino libre a esos puntos suspensivos.


+Capuchino de Silos


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miércoles, 15 de abril de 2015

La convidada lluvia




El día se presentó casi primaveral y bonito aunque el hombre del tiempo nos había informado que llovería.
Y apareció. Va cayendo despacio como va cayendo la tarde lenta, acogedora como en tarde de invierno con vestidura blanca y plata sobre los campos. Dulcemente va empapando la tierra con sus finas gotas dejándose ver haciendo charcos. Es una cortina preciosa a la que quisiera atrapar para que nunca escapase; los nubarrones, haciéndome caso, se posan estáticos encima de nuestra casa; pero... ha sido sólo un soplo. En unos días ya nada será igual. Asomará el sol abriendo la puerta con su llave dorada y mi sueño dejará de ser blanco y plata para la convidada  lluvia que trae olor a tierra mojada.   


+Capuchino de Silos



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domingo, 29 de marzo de 2015

Seguir sus pasos






Me gusta leer al santo Tomás Moro. Hoy leo:

“Mira como marcho delante de ti en este camino tan lleno de temores. Agárrate al borde de mi vestido, y sentirás fluir de él un poder que no permitirá a la sangre de tu corazón derramarse en vanos temores y angustias; hará tu ánimo más alegre, sobre todo cuando recuerdes que sigues muy de cerca mis pasos –fiel soy, y no permitiré que seas tentado más allá de tus fuerzas, sino que te daré, junto con la prueba, la gracia necesaria para soportarla-, y alegre también tu ánimo cuando recuerdes que esta tribulación leve y momentánea se convertirá en un peso de gloria inmenso. Porque los sufrimientos de aquí abajo no son comparables con la gloria futura que se manifestará en ti. Saca fuerza de la consideración de todo esto y arroja el abatimiento y la tristeza, el miedo y el cansancio, con el signo de mi cruz y como si sólo fueran vanos espectros en las tinieblas. Avanza con brío y atraviesa firmemente confiado los obstáculos en que yo te apoyaré y dirigiré tu causa hasta que seas proclamado vencedor. Te premiaré entonces con la corona de la victoria.”

Quiero estar a su lado siempre, pero más que nunca en esta semana de tanto dolor y sufrimiento aunque vaya con la huella de mis pecados.
No quiero que se encuentre sólo en ningún momento. Que los latidos de mi alma caminen al compás de su dolor. 
Y qué alegría me produce no tener que contarle nada, no tener que explicarle nada. Sabe tanto sobre mí, que ni yo misma tengo tanto conocimiento de mis entresijos. Sólo ir a su lado es suficiente para que todas mis dificultades se suavicen por completo. Lo conoce todo, todo, y sabe cuáles son las cosas que me producen alegrías y tristezas, lo que me conmueve e inquieta, lo que me irrita, lo que espero... En todo momento sale a mi encuentro.

+Capuchino de Silos 



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martes, 17 de marzo de 2015

...y no poner obstáculos.


Escuchaba ayer en el retiro cuaresmal que había que hacer un esfuerzo para renovarse en este tiempo de tanta gracia que regala el cielo. Automáticamente comparé mi corazón con el campo que tiene su propia armonía rítmica y su paisaje colorista. Como hace con el campo, alguien muy especial impulsa los latidos necesarios a mi corazón para que la cadencia musical que vive en él, de paso a la luz de la gracia y quede renovado cada mañana, igual que hace con el campo. Como en ese paisaje de colores, mi corazón no tiene dos días iguales. Es el cielo quien riega y cuida esa pequeña gran parcela. Mi corazón, como el campo, tiene un intensísimo dinamismo en sus entrañas, y es el mismo Dios quien lo abraza y mima para que nada le falte. ¡Él está tan, tan cerca! Le importa tanto ese rinconcito, que hace de él un paisaje diferente cada día con una sola condición: que esté dispuesta a dejarme cultivar.


+Capuchino de Silos  




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