Escuchaba ayer en el
retiro cuaresmal que había que hacer un esfuerzo para renovarse en este tiempo
de tanta gracia que regala el cielo. Automáticamente
comparé mi corazón con el campo que tiene su propia armonía rítmica y su
paisaje colorista. Como hace con el campo, alguien muy especial impulsa los latidos
necesarios a mi corazón para que la cadencia musical que vive en él, de paso a
la luz de la gracia y quede renovado cada mañana, igual que hace con el campo. Como
en ese paisaje de colores, mi corazón no tiene dos días iguales. Es el cielo
quien riega y cuida esa pequeña gran parcela. Mi corazón, como el campo, tiene
un intensísimo dinamismo en sus entrañas, y es el mismo Dios quien lo abraza y
mima para que nada le falte. ¡Él está tan, tan cerca! Le importa tanto ese
rinconcito, que hace de él un paisaje diferente cada día con una sola
condición: que esté dispuesta a dejarme cultivar.
+Capuchino de Silos
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