Me decía con voz tímida que quería conseguir el alivio espiritual en la meditación de cada día; qué cómo podría llegar al plácido y sosegado Puerto que deseaba sin conseguirlo. Lloraba mientras reposaba su brazo sobre el respaldo del banco; allí mismo, en la misma iglesia. Sus lágrimas no hacían más que caer sobre su blusón blanco como la nieve más pura.
-Ignoramos todo, le dije muy bajito para no molestar a nadie. No podía consolar aquella alma compungida implorando amar más; seguía llorando sin parar.
-Nuestro entendimiento, le dije, es el ardor que recibimos de Dios cuando nos sentimos escuchados. No te apures, que, el conocimiento de todas las cosas de Dios que fueron, que son y que pueden ser, no están en nuestras manos. Son exclusivas suyas. No estaba segura de lo que yo misma contestaba, pero mi alma así lo sentía. No podemos entender a Dios. ¡Nos quiere tanto que nos hace llegar cómo hemos de entenderlo! Ten mucha calma. Nos va dando gotitas de agua purísima que llegan a nuestra alma como aquellas que recibimos el día del bautismo. Su Gracia exclusiva. Esa gracia por las que no tenemos dudas de sabernos hijos suyos. Somos hijos amados y escogidos por Él. Ten confianza, ten mucha confianza. Deja a un lado el rastro del deseo de querer saber tanto. Déjate amar por Él y no tengas miedo por nada.
¡¡¡POR NADA!!!
+Capuchino de Silos
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