jueves, 27 de febrero de 2020

Miércoles de Ceniza








Doce en punto de la noche, como en el cuento de La Cenicienta. Así fue llegando mi especial Miércoles de Ceniza. Llegaba con el silencio y la mejor música que tiene la paz.
Antes, mucho antes, el prado había vestido muy verde y brillante; como la intimidad y luz que vivía en mí en esa hora de la noche comenzando la Cuaresma. Así me internaba en ella con la luz apagada y una vela encendida iluminando mis primeros rezos cuaresmales.
Y… allí al fondo del prado verde, casi como una gema, se dibujaban diminutas casitas en diferentes tonos de blanco cubiertas por un manto azul intenso y profundo como el mar; pero... era el cielo que llegaba contando la tarde en delicioso descanso.
Así llegaba también a mi sedienta alma, esa gota de Cielo, algo ruborizada, por el exceso de un amor infinito y grande que recibía como el mejor de los regalos del mismo Altísimo por mandato de Dios y Señor mío.
¡Cuánto debería amarlo!



+Capuchino de Silos





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miércoles, 19 de febrero de 2020

La tierra seca



Los espíritus celestes despertaban con sus aleteos mi alma entumecida del sopor del invierno casi ya pasado. Sostenida por ellos llegaba humildemente a ese nuevo y bendito misterio que envolvía todo el halo en muda obediencia, bondad y lágrimas de agradecimiento. Esas lágrimas eran como gotitas que se asientan suavemente en la tierra y limpian las hierbas sucias y el forraje del mal tiempo que nadie espera; mi campo se calaba y regaba sin dañarlo.
Dentro, muy dentro, aparecía la gracia hermosísima del Amor más grande, más sublime y noble, que no espera nada de nada;la ternura que acaricia y sana el alma más dormida de la tierra; blanda, calma; la hierba brillante en su mismo lugar de siempre.
La respuesta era recogimiento, adoración, oración de súplica de piedad y perdón.
Y…el aliento de tu Espíritu junto a mí más cerca que mi propio ser.




+Capuchino de Silos





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