Era
yo quién, en esta ocasión, hablaba primero cuando salimos de la iglesia.
-No
trates de convencerme, le decía a mi amiga. No voy en contra de la razón, al
contrario. Sabes por lo que lo digo y no te lo voy a repetir.
-
¿Cómo? ¿Qué tus consejos y sermones también los entiendo al revés? ¿Por qué?
Porque ¿quiero obrar bien y no mal? ¡No te equivoques!
-Tienes
malas costumbres y no te corriges, ya te lo han dicho alguna vez, me decía mi
amiga con un gesto antipático y torcido como mi regla según ella, que seguía y seguía
hablando sin escucharme con lo mismo.
-Tuerces
la regla para conformarte y así el reglón te aparecerá torcido. No suspires a
Dios para que te restituya lo que has perdido. Lo has torcido y has perdido tú.
Tú sola; así que no te lamentes. Hay quien tiene siempre en su memoria las
injurias que recibe y lo que hacen es agravar la situación. Con esto no llaman
a Dios; claramente llaman al demonio. Hay que inclinar la cabeza. Es un gesto
de humildad.
-
Ya, le contesté. Debemos olvidar la casa del mal padre que es la depravada imaginación
donde el demonio tiene puesto todo su reino para impresionar. Allí pone todas sus
obras para que la vean los hombres degenerados y puedan ver todos sus secretos,
que son todos.
-
¡Claro! Para que el alma se olvide del bien y permanezca en el mal. Dios desea
nuestra alma y quiere que lo tengamos en la memoria, quiere que lo amemos, quiere
que lo deseemos y dejemos otros malos pensamientos atrás, todo lo atrás que
podamos. Que nos olvidemos de ellos; Él sabe cuál es el alma que lo ama de verdad,
y se ama olvidando. Él nos llama casi con suspiros. Acordémonos: “mi lengua se
me junte al paladar si no me acordara de ti y no te pusiere en el principio de
mi alegría” Es lo que te falta en estos momentos y no tienes motivos para disgustos.
Jerusalén
y su pacífica espiritualidad es el alma del más puro recogimiento; más en estos
días de Cuaresma, y según los dones que recibimos, no debemos olvidar nuestro
amoroso juramento de aquél maravilloso y amoroso día. Que lo tengamos presente,
que no lo olvidemos. No sólo debe ser el principio de nuestra alegría, debe ser
el más hermoso deseo de cada día. Suspirar por Él, porque lo tenemos a Él.
+Capuchino de Silos
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