Mientras
tanto, una extraña devoción iba surgiendo dentro con mil rezos cargados de
dolor y llanto, de mezcla azucarada y
sonar a música, que calmaba el alma de baladas cargadas de dolencia.
Andaba ya
descalza y en buena compañía.
Abrigada la
tristeza sobrevolaba el mar llenándolo de lágrimas. Era una paz envolvente que
calentaba mi hogar de las heladas del invierno.
¡Ah secreto!
Volvía a caminar por valles eternos cargados de fuerza donde el viento del sur, cálido y ardiente, llamaba
a mi ventana. De nuevo, como tantas veces, lo encontraba y secaba sigilosamente
la lluvia que llenaba mi rostro.
Me mostraba
su eterna misericordia. ¿No era sino Dios?
+Capuchino de Silos
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