Me
había quedado sola y deseaba que llegara el momento para disfrutar de mi rincón favorito; ver las nuevas golondrinas que habían llegado y anidado mucho antes que
otros años y oír su gorjear. Conté hasta dieciocho posadas en el cable de la luz que va desde
casa a mi estudio sin contar con las que había en los dos nidos del garaje. Las
adultas volaban de un lado a otro con un aleteo nervioso y rápido y un modular
diferente llamando a las pequeñas que seguían posadas sin hacer ningún gesto
para marcharse.
Oh
Espíritu Santo, yo también necesitaría volar...muy, ¡muy alto! Tan alto como ellas y escuchar tus
llamadas con toda claridad para que puedan quedar selladas en mi alma como una
auténtica lluvia de dones.
+Capuchino de Silos
‘