...llegaba a mis manos
su divino mandamiento y de él se abría un manto que, de nuevo, me envolvía y me
daba calor. Tenía ante mí la única verdad que me enamoraba quedando prendida mi
alma; era la más bella fuente en la que podía beber de sus exquisitas aguas. No
era posible escoger otras que no fuesen aquellas para alcanzar todos los
encantamientos que su Amor ofrece. ¡Qué poderosos son sus sorbitos! Al beber, aunque
sólo fuese un pequeño traguito, mi alma se rinde por completo a Él. Por el que
murió por mí, por ti, por todos.
+Capuchino
de Silos
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