miércoles, 6 de noviembre de 2013

Entre Beethoven y Brahms

 
Comienzo éste escrito con un vídeo de nuestro querido viejecito Rubinstein interpretando al piano el concierto que tanto te gusta, Carlos. Su técnica y su perfil me recuerdan al tuyo. Los dos tenéis ese estilo aristocrático que tanto gusta.
Muy queridísimo Carlos:

Me va a costar escribir estas letras porque alguna lágrima escapará, pero permíteme que lo haga para que los que lleguen hasta aquí puedan saber algo de ti; de este queridísimo amigo que eres y que has sido siempre. Amigo, buenísima persona, gran pianista y gran profesor de piano del Real Conservatorio Superior de Música de Sevilla.
Si hubiese que definirte en pocas palabras, solo haría falta decir: ES UN GRAN ARTISTA. Un gran artista a todos los niveles.
Tengo éste medio para poderlo lanzar a los cuatro vientos, y si tuviese que buscar un periódico, lo buscaría hasta encontrarlo sólo para dar a conocer a esta persona que lentamente y muy poco a poco, se va despidiendo de cada uno de los que hemos sido verdaderos amigos.
No he ido a verte, ni iré. Tú lo sabes. Alguna vez lo comentamos. Prefiero recordarte y conservar en el álbum de mi memoria los montones de imágines que hemos vivido juntos.
Recordar, aquellas escenas, cuando me dabas clase con todo el aire envuelto en humo y que Dª América, la profesora de canto, se ponía de los mismos nervios porque después era ella quien la daba; recuerdo tus muchos dichos sobre aquello y todavía me río.
Aquellas imágenes, cuando cada domingo íbamos a “La Alfalfa” a comprar aquel pájaro que nos faltaba y que era más bonito que el habíamos comprado el domingo anterior; cuando venías a comer a casa, cuando discutíamos porque Beethoven te gustaba más que Brahms y yo siempre defendiendo las preguntas sin respuestas del solitario y maravilloso Brahms que tú interpretabas como nadie. Recordar cuando de esa misma partitura le dabas la vuelta al libreto y componías, en un salto, un cuplé de La Piqué como si lo hubiese compuesto el mismísimo Beethoven.
Para mí esas imágenes tienen vida propia, no han perdido esplendor con el paso del tiempo. Quiero que queden impresas en mí para toda la vida y así recordarte con ese simpatiquísimo humor que te ha caracterizado.
Hemos recibido de ti mucho cariño y de ese cariño surgió una relación honda y estrecha que permanecerá siempre y quedaran sus imágenes impresas en nuestra memoria hasta quién sabe.
Tu música fue un remanso donde todos tus alumnos podíamos gustarla y saborearla; el apunte fiel que nos enseñó a estudiarla, vivirla, y transmitirla.
Siempre has sido un romántico idealista y soñador, y yo, seguiré soñando con contigo; con tu buena y maravillosa música, que fuese Albéniz, Schubert o Mozart, el otro sello lo ponías tú con esa magia que hace lo difícil, fácil y único.
Van a verte, sí, casi a diario, mi marido y mi hija; tu alumna preferida, que no deja de abrazarte cada vez que te visita y reza por ti como todos lo hacemos.
Tus días concluirán como concluye una obra musical, pero no tú; tu recuerdo permanecerá entre nosotros; y siempre, siempre, se eternizará en mi corazón.




+Capuchino de Silos



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miércoles, 30 de octubre de 2013

Un poema y más


Yo no soy flor nacida para todos los vientos
ni camino perdido para todos los pasos:
yo no soy pluma suelta de destinos y acasos
arrojada a los aires, cual despojo maldito.
Yo he nacido a la sombra de un mandato infinito,
de un misterio fecundo
donde, en letras de estrellas, mi sendero está escrito.
Yo he venido a la vida con un nombre bendito.
¡Yo no soy hospiciano de las patrias del mundo!
Tengo nombre, y recuerdos, y linaje, y pasado:
hay un eco de siglos conocido y amado
que acompaña mis pasos y responde a mi voz...
¡Yo soy flor en las flores de un jardín bien nombrado
y mi tierra era tierra bendecida de Dios!

José Mª Pemán





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lunes, 28 de octubre de 2013

¿Por qué... ¡Dios mío! por qué?


Parecía que se había ido la lluvia y el sol era poco amable, pero a pesar de todo decidí  dar un largo paseo por el parque, cerca del río; mi río, mi precioso río. El único navegable, pensé. Atrás quedaba aquella mi calle de tantos años, el colegio y las praderas rodeadas de jóvenes jacarandas a punto de dar flores. Algunas, tímidamente, sobresalían con su color lila.

Al llegar al parque escuché algunos gemidos.

¡Pobre!, me dije.

Allí, en el único banco que yo veía, gemía calladamente una mujer. Sus lágrimas caían como gotas de lluvia sobre su cara.

Me senté con mucho cuidado a su lado y le ofrecí las fresas que, momentos antes, había comprado en el super, pero no quiso aceptar ninguna.

-Si no te importa, le dije, me iré cuando te encuentres mejor. Asintió con la cabeza apretando mi mano en actitud de gratitud sin dejar de llorar.

Esperé verle más calmada.

-¿Puedo ayudarte en algo? Negó con la cabeza.

-Después de mucho meditar - me dijo-  he llegado a la conclusión que no se puede ser medianamente buena. No se puede ser agradecida, ni caritativa, ni sensible, ni delicada. Hoy día, nada de eso se lleva y si lo haces, te lo malinterpretan; ¿Por qué... ¡Dios mío! por qué?

Esperé un poco y le dije:

-No hagas caso a nadie. Sigue siendo como eres; siempre, donde el corazón te lleve. Tira las piedras que te han hecho daño al río. No son necesarias, sólo pesan en el alma y el alma debe estar ligera como una pluma.

+Capuchino de Silos

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sábado, 26 de octubre de 2013

Regando el paraiso



"Un río salía de este lugar de delicias, para regar el paraíso, y desde allí se dividía en cuatro brazos. El hombre es un lugar de delicias, donde Dios ha hecho brotar el río de la razón y de la luz natural, para regar todo el paraíso de nuestro corazón; y este río se divide en cuatro brazos, es decir, en cuatro corrientes, según las cuatro regiones del alma.
1. Porque, en primer lugar, sobre el entendimiento, llamado práctico porque discierne las acciones que conviene hacer u omitir, la luz natural derrama la prudencia, que inclina a nuestro espíritu a juzgar rectamente acerca del mal que debemos evitar y desechar, y cerca del bien que hemos de hacer y procurar.
2. En segundo lugar, sobre nuestra voluntad, hace que surja la justicia, la cual no es otra cosa que un perpetuo y firme deseo de dar a cada uno lo que es debido.
3. En tercer lugar, sobre el apetito concupiscible, hace que se deslice la templanza, que modera las pasiones.
4. En cuarto lugar, sobre el apetito irascible o la cólera, hace flotar la fortaleza, que refrena y modera todos los movimientos de la ira.
Estos cuatro ríos, así separados, se dividen después en muchos otros, para que todas las acciones humanas puedan estar bien encaminadas hacia la honestidad y hacia la felicidad natural"

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