jueves, 19 de diciembre de 2013

"El Belén que puso Dios"



"Al principio quiso Dios poner un belén, y creó el universo para adornar la cuna. Primero inventó el tiempo, y lo dividió en meses, en semanas, en días. Los días estaban formados por millones de años, que son como instantes para Dios.
Y empezó su trabajo.
Hizo el cielo, y lo llenó de estrellas y de pájaros.
Hizo la luz, y luego el sol (así lo cuenta la Biblia, aunque parezca raro), y encendió una lámpara blanca en la noche para que se viera bien la cara de Jesús; no fuesen a equivocarse los ángeles de la Nochebuena.
Hizo las montañas, tan auténticas que parecían de corcho, y las coronó de águilas y de nieve.
Hizo mares y océanos de papel de plata, y grandes desiertos de arena dorada para los camellos de los Reyes Magos.
Después llamó a la más pequeña de todas las estrellas (apenas tenía 6 millones de hipergigavatios), y la llevó hasta la otra punta del universo. Allí, con mucho cuidado, le dio un empujoncito con el dedo, con la fuerza justa para que, miles de siglos más tarde, parpadeara sobre las playas de Arabia a la vista de los Magos de Oriente.
Todo esto no fue muy difícil para Yahvé. Con solo su mirada coloreó todas las especies de flores que había creado, y alfombró de musgo las orillas de los ríos. También hizo crecer los árboles, que, al desperezarse, agitaron el aire y formaron la brisa y los vendavales. Ahora dicen que es el viento quien mueve los árboles y no al revés, pero esto habría que demostrarlo.
Del viento nacieron las dunas y la música primera del campo.
Luego Dios hizo una pausa, y pensó dónde poner su belén. Y decidió que en Belén. Imaginó las figuras: el buey, la mula, la lavanderas, los pastores... Y, como no tenía prisa, les dio una estirpe: padres, abuelos, bisabuelos... Cientos de vidas para crear cada vida; centenares de amores para conseguir el gesto, el tono de voz, la mano extendida en la postura exacta del belén de Dios.
Pensó en su Madre: toda la eternidad soñó con Ella. Y, añorando sus caricias, fue dibujando en los antepasados de María como esbozos de esa flor que había de brotar a su tiempo.
Igual que un artista que persiguiera tenazmente la pincelada perfecta, Dios pintó miles de sonrisas en otros tantos labios. Y ensayó en otros ojos la mirada limpísima que tendría su Madre. Hasta que un día nació la Virgen, su Hija predilecta, su Esposa Inmaculada, su obra maestra. Y la colocó en el belén junto a la cuna, con Jesús, que, por ser sólo de María, era su vivo retrato.
Y vio Dios todo lo que había hecho. Y era muy bueno; más aún, estupendo. Y tanto le gustó que decidió transmitir en directo el nacimiento de su Hijo a todos los diciembres de la historia, y a todos los corazones que tuvieran sitio para un belén. Así inventó la Navidad.
La Navidad no es un aniversario, ni un recuerdo. Tampoco es sólo un sentimiento. Es el día en que Dios pone un belén en cada alma. A nosotros sólo nos pide que le reservemos un rincón limpio; que nos lavemos las orejas para oír el villancico de los ángeles en la Nochebuena; que nos quitemos la roña acumulada, acudiendo al estupendo detergente de la Penitencia; que abramos las ventanas y miremos al Cielo por si pasaran de nuevo los Magos; que son verdad, que existen, y vienen siguiendo la estrella de entonces, camino del mismo portal.
Aunque tal vez veamos sólo a un matrimonio joven de inmigrantes que acaban de llegar a la ciudad. No traen el borrico, porque la especie está en peligro de extinción, sino una moto desvencijada que sabe Dios cómo sigue funcionando todavía. No encontrarán sitio en los hoteles, y ella deberá dar a luz en el Metro. Difícil lo tendrá la estrella para entrar allí abajo y situarse en el andén sin permiso de la policía municipal.
Si pasan por tu puerta, no les digas que tienes la casa llena de huéspedes. Ellos se conforman con el establo de tu corazón. Ábreselo de par en par, y, como es Navidad, disponte a jugar a muñecos con María. Déjame que te acompañe: te prestaré el corcho de las montañas, mi castillo de Herodes, un borrico con la oreja rota, la plata para el río y un racimo de ángeles, que nos enseñarán canciones de cuna para el Niño del pesebre"
+E. Monasterio


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miércoles, 18 de diciembre de 2013

Del pesebre a la cruz




“ Cristo no recorrió un camino de glorias y grandezas, de disfrutes y riquezas; por el contrario, el camino del pesebre a la cruz fue de pobreza, trabajo, sacrificio y donación. En el pesebre tuvo menos de lo indispensable, también en la cruz, sólo un paño para cubrir su desnudez y la Madre, siempre la Madre a su lado hasta el final. En el pesebre hubo soledad, llanto y frío, igual en la cruz como resultado de su entrega total. En el pesebre aparentemente faltaba todo, lo mismo que en la cruz cuando sintió el abandono del Padre, pero en realidad nada hacía falta, porque del pesebre a la cruz hubo AMOR y el AMOR ES TODO. No queramos recorrer otro camino, vayamos con Cristo del pesebre a la cruz, con sacrificio y amor”


+P. José Vicente



miércoles, 11 de diciembre de 2013

De nuevo, San José.



Paseaba con mi marido, mientras por aquella rendija del alma, entretenida y divertida, miraba al cielo viendo cómo se movían las nubes de un lado a otro. Parecían velos de tules blancos que fueran a vestir las novias envolviéndose con ellos en un auténtico desfile de moda; y es que el entretenimiento y la diversión son como preparar una buena comida; una virtud, que para otros, puede que sea un defecto,  por aquello de mantenerse en la línea en un maldito régimen que se hace eterno.

Y así soñando con volar hacia aquellos vaporosos tules, fuimos haciendo camino sin apresurarnos; a paso medio y en silencio, sin prestar atención a nada más que a la danza que se producía en el cielo.

No puedo ser feliz todo el día, pensé, y cerré los ojos para abrir los del alma por un momento, y...fui mucho más feliz.

Fue entonces, al mirar hacia abajo, cuando mi vista se detuvo ante una mota muy, muy  pequeñita que resplandecía, ¿dorada?, sí, dorada. Brillaba entre el polvo del asfalto. Me agaché y vi que era una diminuta medallita planísima del tamaño de un hueso de aceituna. Parecía que fuese S. José con el Niño. No se apreciaban  los rasgos de ninguno de los dos, sí, su silueta pero estaba sucísima y había sido pisada por un montón de personas que no habían reparado nunca en ella. Me fijé bien y era S. José sin lugar a duda.

Una vez más ahí estaba él custodiándome y yo con Ellos dos, ¡ah! y mi marido.


+Capuchino de Silos


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domingo, 8 de diciembre de 2013

Inmaculada mía


 
Llevada por ti, hacia ti me veo,
y atrapo sin dejar escapar un hilo
de tu luminoso rastro entre las nubes,
para llevarte donde guardarte,
al canto de tus coros, en tu dulce y santa cercanía.


+Capuchino de Silos


domingo, 1 de diciembre de 2013

Más sobre el humo de Satanás





...continuación
Sin arredrarse ante estas críticas Pablo VI volvió sobre este tema candente cinco meses más tarde. Y lejos de contentarse con reafirmar la verdad sobre Satanás y su actividad, el Papa consagró una entera catequesis a la presencia activa de Satanás en la Iglesia (cfr Audiencia general, 15 de noviembre de 1972).

Desde el inicio, Pablo VI subrayó la dimensión universal del tema:

« ¿Cuáles son hoy afirma las necesidades más importantes de la Iglesia?». La respuesta del Papa es clara: «Una de las necesidades más grandes de la Iglesia es la de defenderse de ese mal al que llamamos el demonio».

Y Pablo VI recuerda la enseñanza de la Iglesia sobre la presencia en el mundo «de un ser viviente, espiritual, pervertido y pervertidor, realidad terrible, misteriosa y temible».

Después, refiriéndose a algunas publicaciones recientes (en una de las cuales un profesor de exégesis invitaba a los cristianos a «liquidar al diablo»), Pablo VI afirmaba que «se separan de la enseñanza de la Biblia y de la Iglesia los que se niegan a reconocer la existencia del diablo, o los que lo consideran un principio autónomo que no tiene, como todas las criaturas, su origen en Dios; y también los que lo explican como una pseudorealidad, una invención del espíritu para personificar las causas desconocidas de nuestros males».

«Nosotros sabemos -prosiguió Pablo VI- que este ser oscuro y perturbador existe verdaderamente y que está actuando de continuo con una astucia traidora. Es el enemigo oculto que siembra el error y la desgracia en la historia de la humanidad.»

«Es el seductor pérfido y taimado que sabe insinuarse en nosotros por los sentidos, la imaginación, la concupiscencia, la lógica utópica, las relaciones sociales desordenadas, para introducir en nuestros actos desviaciones muy nocivas y que, sin embargo, parecen corresponder a nuestras estructuras físicas o psíquicas o a nuestras aspiraciones profundas. »

Satanás sabe insinuarse... para introducir... Estas expresiones, ¿no recuerdan a las del león rugiente de San Pedro que ronda, buscando a quien devorar? El diablo no espera a ser invitado para presentarse, más bien impone su presencia con una habilidad infinita.

El Papa evocó también el papel de Satanás en la vida de Cristo. Jesús calificó al diablo de «príncipe de este mundo» tres veces a lo largo de su ministerio, tan grande es el poder de Satanás sobre los hombres.

Pablo VI se esforzó en señalar los indicios reveladores de la presencia activa del demonio en el mundo. Volveremos sobre este diagnóstico.
...continuará 

+G. Hubert

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