lunes, 29 de junio de 2020

La vela sigue y sigue encendida sin parar.



Ésta mañana le echaba el aceite que necesitaba a nuestra lamparita para que no dejase de arder. ¡Es tan necesario en éste tiempo! Es ese fuego que arde y arde y que lleva al Cielo de nuestro pequeño altar de casa, los sentimientos más hermosos y puros para que no debamos pararle su ardiente llamita. Esa llamita que va cargada de montones y montones de Rosarios, Letanías, Coronillas, Oración, jaculatorias que rezamos cada uno de nosotros hacia Dios y a su Madre Inmaculada; a nuestra Madre Santísima que será la que salve al mundo de tantas y tantas inmundicias. Esa llamita arde cada día y cada noche; arde cada día y lleva todas y cada una de nuestras intenciones y peticiones, de nuestros esfuerzos, de nuestros trabajos, de nuestras lágrimas, súplicas y ruegos. Es el fuego más grande del amor que sale de una familia que ama al Santísimo Amor de Dios nuestro Señor y su Santísima Madre.

Lo demás es nada. ¡De verdad! No sirve para nada. Lo sé de muy buena tinta.




+Capuchino de Silos






.


No hay comentarios:

Publicar un comentario