domingo, 19 de abril de 2020

…y la vela sigue hasta la noche.




En realidad la vela sigue encendida.
Siempre, desde ese día, "Miércoles de ceniza” se enciende todos los días antes del rezo del Ángelus, (ahora Regina Coeli). Rezamos con ella encendida toda la familia; mis hermanos, mi marido, mi hija y yo conectándonos por wasap. Nos saludamos, hablamos entre nosotros, reímos con alguna bobada, y cuando va a dar el primer toque de las 12, el reloj de mi hermano el pequeño nos llama al orden como buenos hijos de militar, y comenzamos saludando a la Virgen.
-REGÍNA Coeli, laetáre, alleluia;
Luego, seguimos rezando el Santo Rosario todos juntos. Al llegar a la letanía, tomo mi turno y la rezo en latín sin aumento alguno de advocación y sigo con tres Padrenuestros, Avemarías y gloria.
El primer Padrenuestro por: el Papa, (se oye al fondo muy bajito: Benedicto), el obispo, las necesidades de la Iglesia y España.
El segundo por: el Patriarca San José para que nos conceda una buena y santa muerte.
El tercero por: las almas benditas del Purgatorio.
Antes de terminar alguien sigue con un “Bendita sea tu pureza”
A mí me gusta ofrecer algo al Señor y rezo: “Tomad Señor y recibid…” sin dejar un suspiro para que todos lo hagamos y, además, subo la voz.
La vela sigue y sigue hasta la noche con su llamita resplandeciente e infinita. No se cansa. Generalmente la apago sobre la una y media o las dos de la madrugada cuando le pido perdón al Señor por todos los pecados de mi vida y las faltas del día que nunca faltan. ¡Qué más quisiera!
Generalmente, a media tarde ponemos música a tope; ¡pero a tope!; cantamos y escuchamos música en la biblioteca que, con cinco bafles, suena a auditorio importante sin molestar a ningún vecino. Mi marido disfruta como un niño escuchando jazz sentado en el centro de la habitación para dejarse envolver por la buena música; mi hija y yo, cambiamos a otro tipo de música y bailamos y bailamos hasta caer rendidas.

¡Oh, Dios mío qué tiempo tan difícil estamos viviendo!





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viernes, 17 de abril de 2020

Mi buganvilla.




Cuando he abierto mi blog y veo: “Miércoles de ceniza”; mi vela sigue encendida… le digo a María que no voy a escribir nunca más.
…y aquí estoy.
Ella me mira fijamente. No cree lo que le estoy diciendo.
Y, cree bien. 
Mientras he estado meditando un poco sobre lo que está ocurriendo en el mundo, pienso que, si verdaderamente es un castigo permitido por Dios, el mundo entero debería darse cuenta que se vive mucho mejor así. Muchísimo mejor sin lugar a duda. El bullicio de los coches se ha acabado, los árboles brillan muchísimo más porque la lluvia los ha limpiado hasta de pequeñas partículas, y los nuevos retoños recién nacidos, se besan silenciosamente, como la sordina que nos acompaña. Todo es quietud y calma en la calle.
Solo una cosa nubla mi estado de felicidad.
Es no poder asistir a Misa cada día, confesar de cuando en vez, recibir a Cristo y estrecharlo; y decirle que esta hormiguita, que apenas se sostiene en el suelo, tiene un rinconcito en su diminuto cuerpo preparado para que viva y se quede a vivir en él; y en él sigue espiritualmente con muchas más caídas y faltas que antes. Es lo único que resta mi felicidad.
Miro al cielo. Un cielo ensortijado entre pequeñas nubes blancas que dejan entrever el azul siempre brillante y bello donde habitan los ángeles, los santos y el mismísimo Dios; allá arriba, muchísimos más arriba, casi inalcanzable. En ese instante, sumerjo mi mente buscando ese huequito azul lo más intenso que encuentro, para acercarme a lo que más amo. Y…, me doy cuenta que lo tengo a mi lado.