Seguía hojeando mi diario y le comenté a María que aunque estábamos en tiempo de Adviento le iba a leer lo que siempre es necesario tener en cuenta.
-Te leo, le dije.
-Te leo, le dije.
“Hay que pedir la conversión continuamente. Es una
necesidad.
Entrañas de misericordia como las que tiene el Señor y
pedirle a Él la pureza de corazón para que no se meta nada dentro que no sea de
Cristo; todo lo que no sea de Él ¡fuera!
Ser diferentes. Discernir el bien del mal y desechar
lo que sea impedimento.
Vivir en un recogimiento interior manteniendo la
conciencia diferente, distinta, en nuestro santuario interior.
El desprendimiento es darse, desligarse de las cosas
de la tierra y darse a Dios nuestro Señor. La tierra sujeta.
Que la raíz sea profunda es una gracia que hay que
pedirle al Señor.
La estabilidad de corazón es fundirse en Cristo.
Edificar nuestro edificio en Cristo. Si el edificio se
edifica fuera no se mantiene.
El corazón se edifica en Cristo para que se haga
firme, para que se fortalezca en cuerpo y alma, y para que podamos ser sólidos
en Cristo.
Cuando el edificio crece, aguanta y no se desmorona. Tiene
virtudes que el mundo desprecia.
El desprendimiento y la humildad se hermanan y van
juntas por Cristo y hacia Cristo.
El Señor nos humilla de muchas formas continuamente y
perdemos humildad.
Nunca se aprende bien, ni del todo y la soberbia no
puede crecer.
Sentir que no somos nada y que todo nos lo da Él.
¡Danos tu gracia Señor! Con el convencimiento de que no somos nada, que no
valemos nada, que no podemos nada, que no tenemos nada; pero Dios viene en
nuestro auxilio. ¡Señor, me tienes que ayudar porque no tengo nada!
El Señor es muy celoso. Nos quiere solos, sin nadie.
Todo es personal. Nos quiere para Él. Todo lo que nos
dice es personal.
Hay que despreocuparse. Quitarse de encima la propia
salud. Los pájaros no se preocupan. El Señor los cuida como cuida el campo.
¿Cómo no nos va a cuidar a nosotros y por la propia salvación? La salvación es
de Dios porque Él quiere. Él lo sabe.
Tiene un plan para nosotros. Debemos seguirle, amarle,
servirle; lo demás nos lo da Él.
El deseo nos viene de Dios. Dios es el que nos
santifica y pone cada cosa en su sitio. Lo accesorio no importa. Lo que importa
es estar pendiente de Cristo con libertad de espíritu.
Dios ofrece todo su cuerpo con su muerte. Desprendido
de las cosas de la tierra. El sacrificio que nos puede pedir es seguirlo con la
cruz de cada día. En ella está la vida y el consuelo. Participar en la pasión
del Señor que nos toque para completar su pasión.
Pedirle que nos conceda sabiduría encajando la cruz
con la esperanza de la Vida Eterna”
Amén
María, muy callada, contemplaba un cuadro de la Virgen
que tengo en el salón. De repente susurró:
-Santas palabras que dulcifican y llenan el alma para
poder amar al Señor más y con más fuerzas. Las meditaré en estos días.
+Capuchino de Silos
.
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