lunes, 22 de octubre de 2018

Volar, volar...





Habíamos quedado para ir al mercado. El día abría sin una nube después de haber llovido tanto. 
Casi paseábamos.
-Yo no sé si te ocurrirá a ti, me decía, pero cuando veo y siento tantas maldades y perversidades que hay en el mundo, las que nos están rodeando a todas horas y en todo momento, las quisiera echar a volar bien lejos para no vivirlas y no tenerlas conmigo ni un solo segundo; tampoco quisiera tenerlas cerca; desearía destruirlas todas, hacerlas desaparecer. Tener un mundo diferente. Un mundo de amor y concordia. Sacan lo peor que hay en mí y me vuelvo peor de lo que en realidad soy. ¿No te ocurre a ti lo mismo?
 -Gracias a Dios, le dije, me dio otras dos alas diferentes para que pudiese volar hacia Él, conocer los deleites del mismo Cielo, y el recogimiento. Estar en ese lugar que solo a mí pertenece, en esa soledad que es mi mayor tesoro; estar en recogimiento para recibir cada día las mil gracias divinas de manos del mismísimo Altísimo; esperarlas en ese rinconcito de mi rendida alma. Necesito de su mano; solo con la mía no me basto. Sola no soy capaz de dar ni siquiera un mal paso. San Juan dice, que esas alas son como la de las mismísimas águilas que vuelan hacia el cielo y allí echan parrafadas con Dios, creador de ellas a las que deberíamos imitar. 
Volar, volar; alcanzar esa armonía interior sacudiendo las alas del entendimiento y la voluntad; hacer como ellas para llegar a esa orilla celestial. Recibir todas las cosas que de mí quiere Aquel que me sostiene para que vuele bien alto hacia Él.
-Volemos juntas.
-Volemos de su mano.


+Capuchino de Silos



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jueves, 18 de octubre de 2018

Desde el susurro.




No me escuchaba, y a mí me llegaba un susurro muy tenue. Bajaba los escalones de prisa para salir al jardín. Nos sentamos en el banco como solíamos hacer mirando las gauras blancas y el macizo completamente florecido.
- No he oído lo que has dicho, comencé a decirle.
- “Venga, Señor, el tu reino; ven, Señor, por mí o manda llevarme a ti. Eso más o menos era lo que te decía; lo leí y paré en seco porque tuve para todo el día. Eso era. Si te das cuenta, todo en Él es bueno, no hay nada malo. Lo malo, lo terrible, lo funesto, lo mortecino está en nosotros mismos. Él nos dejó todo un reino cuajado de la más exquisita y delicada belleza; fuera de él, de ese maravilloso reino no hay nada bueno que se pueda admirar con verdadera dulzura y ternura. No se puede llamar buen cristiano el que de todo ese divino reino que nos dejó en herencia, esté falto. Ese gran deseo, ese suspirar por tener esa riqueza que está en su reino nace en el mismísimo jardín del alma; bien por conocer las maldades del mundo y haberlas hecho volar para que se pierdan para siempre, o por haber gozado de los deleites del mismo Cielo. Por eso te digo que, si tienes esos goces, ya tienes lo que tanto deseas por esa gracia que de Él te llega.
-Tienes razón, le dije. Mira esas flores. Todo es un misterio de color, sabiduría y amor. Con esta delicia comienza todo un Tratado de ese maravilloso mundo que nos pertenece. Si esta belleza la podemos saborear, ¿cómo será su Reino?



+Capuchino de Silos







lunes, 15 de octubre de 2018

Amor puro y chocolate negro.




Ya mejorada de su congoja se puso firme como un guardia delante de su jefe; le creció su figura y tomó la palabra para responderme. Como siempre, me dio un baño de humildad. Pensé que sus palabras anteriores no eran para preocupar. No me equivoqué.
El que mejor sabe de nuestros corazones, comenzó a decir, es Dios nuestro Señor. Él sabe lo que nuestro espíritu desea para que podamos cumplir su santa voluntad; nos enseña cuáles son las cosas que nuestro espíritu necesita en todo momento, y más, cuando realmente lo amamos. Eso es así. Leí hace algún tiempo en un libro que me prestaste, que San Agustín decía que “así como el cuerpo se mueve por algún espacio, se mueve el alma por el deseo”. También decía que, “el alma está donde más se ama que donde se desea” Yo te digo que no se puede anhelar o desear por Él sin tenerle un gran amor. Es verdad. Si el amor rebosa dentro de nuestro corazón el deseo será grande y ese mismo deseo, supone amar a lo grande, a lo inmenso, a lo verdadero. Pienso que si amamos a Dios nuestro Señor no es necesario que nos entristezcamos por no desearlo, el mismo corazón nos moverá a seguir amándolo; y amándolo mucho más por vivir en este valle de lágrimas como nos dice la Salve. Suspiraremos con verdadera locura por Él sin que nadie nos empuje.
- ¿Te das cuenta? Al final eres tú quien mejoras mis argumentos espirituales.
Hace un tiempo me prestaron un libro maravilloso de Santo Tomás de Aquino. Comentarios suyos sobre el Padrenuestro. Te lo prestaré para que lo medites y me lo comentas. Me encanta verte así de dicharachera.



+Capuchino de Silos


domingo, 14 de octubre de 2018

Amor verdadero




Seguimos hablando sin parar mientras íbamos ordenando.  
De vez en cuando caía sobre su cara alguna lágrima que con su mano la hacía desaparecer como no queriendo que la viese. Se apreciaba que estaba perdida como buscando algo que no encuentra. Me dio tanta pena que la abracé tanto, como queriendo ser un poco el Cristo del Kempis; al apartarme me dijo:
-Debe ser deseado y amado. Y yo lo amo, pero no lo deseo. Esto me causa mucha tristeza; por eso lloro. Sé, me decía, que, con sólo decir, ¡Ay Dios mío de mi corazón...! sería suficiente para que olvidara todas mis deficiencias y pecados, pero yo no me quiero quedar con sólo eso. No. Quiero tener un verdadero recogimiento a lo largo del día, pues si digo esas mismas palabras muchas veces, Él las clavará en mi corazón para que no sean olvidadas nunca; ¡pero a mí se me olvidan! ¿qué te parece? En ese momento comenzó a llorar como sintiendo que algo grande había muerto en ella. Debería acostumbrarme a decirlas de algún modo o manera. Si no son esas palabras, otras parecidas. Al principio parecerán fingidas; pero después conoceré que se han estampado en mi corazón. Quiero y deseo llamar a Dios con verdaderos amor entrañable, dulce y amoroso para ser verdadera hija de Dios. Nos necesita siempre, pero más aún en estos momentos tan difíciles para la Iglesia. Me falta esta gracia, o será que Dios no me llama para que lo llame; o quizá sea que quiere que me dedique a más oración que tampoco rezo.
-Tu entendimiento nunca alcanzará lo que verdaderamente desea Dios de ti. Nunca sabremos realmente lo que hemos de darle al Señor. Debemos pedírselo con verdadera humildad. Poner en sus manos todo nuestro ser, todo lo que es de Él. Somos sólo de Él. Nada nos pertenece. Él es dueño y Señor de todo nuestro ser y debemos ponerlo a su servicio para hacer siempre, siempre, su santa voluntad. 
Reza el Padrenuestro y medítalo. Te hará mucho bien.

+Capuchino de Silos






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martes, 9 de octubre de 2018

Tener o no tener memoria.




Llegábamos a casa. Eran las cinco y media de la tarde y no se llegaba a los 18 grados de temperatura, que, para una ciudad como ésta parecía casi un milagro.
A María la encontramos regando el jardín; había cortado algunas rosas que descansaban mustias a sus pies. Al vernos llegar soltó la manguera de agua que al volverse la mojó enterita.
Entramos todos los paquetes, pero María después de secarse un poco se quedó conmigo ordenándolos. Observé que tenía signos de tristeza en su rostro.
-No soy capaz de olvidar, comenzó a decirme con la voz entrecortada. Las consecuencias que tienen algunas conversaciones sobre mí permanecen cada día que pasa. Por mucho que ocupo mi memoria en mil cosas, saltan como teniendo un resorte que las empuja para ocupar el mismo lugar de antes. 
Según Séneca, me decía, algunos malgastan la vida, pues no piensan en las cosas pasadas. Otros, los sabios, que viven las cosas que ya han pasado, las que están muertas, que reposan en el lugar donde se guarda el tesoro y el arca de la verdad; para otros, es un libro donde el hombre guarda los recuerdos para que no los mate el olvido. 
En mi caso, prometo, quisiera sólo guardar las cosas de y para Dios; no otras que permanecen en este libro mío que voy escribiendo día tras día y que, algunas, no son las que hubiese querido vivir. En él vive todo; y no es, precisamente, el libro perfecto que los ángeles leerán porque el mismo Dios querrá que todos sepan. Vive todo: lo bueno y lo menos bueno; y, cuando miro atrás, no veo en él la imagen viva de Dios que debiera representar. Bien es verdad que en Dios todas las cosas viven. Gracias a Él hay un pensamiento que me hace estar bien y es, que, si en mí fuesen olvidadas muchas, sería muy contraria a Dios y eso ni lo quiero, ni lo deseo. Leí, no sé dónde, que el estómago enfermo no retiene alimento ni manjar alguno; que poca vida espiritual tendríamos si en el estómago de nuestra memoria no retuviésemos el manjar de la verdadera doctrina divina. Eso me tranquiliza y me lleva a San Pablo que vive sólo para Cristo; apartando y dejando a un lado la vida profana y mundana que tuvo para volver de nuevo a lograr la virtud y el merecimiento delante de Dios. Eso me hace renacer.
-Razón sobrada tienes, para que tengas memoria y recuerdes todo lo que Él ha hecho y hace por ti y por mí en cada segundo de nuestra vida. Quiso elegirnos para sí, por su sola gracia y no porque le sirvamos mejor o peor.
Eso sí que no debemos olvidar nunca.


+Capuchino de Silos







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