¿Lo crees?
Sí lo creo. En los seguidores del recogimiento.
Siempre confiada, contestaba que cuando las personas
son devotas cierran las ventanas de los sentidos. Antes de eso, decía, el entendimiento
queda entre sombras, oscuridades y desórdenes, pero si se recoge como se debe,
esas sombras y oscuridades se vuelven más clara que antes habías visto, donde
el Amor perfecciona, afina y pule la piedra más rugosa para llenarla de
resplandores y luminosidades. No se conoce nada mejor ni nada igual. Así se
llega al más puro y amado descanso queriendo volver de inmediato a él y seguir buscando las fuerzas perdidas y liberarse de las debilidades, imperfecciones e impotencias.
Muchas cosas se pueden con Él, seguía diciendo. Él no se
niega nunca. Jamás. Siempre da mucho más de lo que uno puede pedir. El alma
recogida es como una fuente que emana sin cesar. Tiene tantos caminos como
afluentes pueda tener un río, y si se está a solas dentro de la concha, mucho
mejor. El corazón desea recogerse como haría un tímido caracol.
¿Cómo va a llenar el cielo y la tierra y dejar un
corazón vacío? Viste los campos de flores, da de comer a las aves, cuida a los
gusanitos, y, ¿se va a olvidar de lo que más quiere?
¿Qué es bueno llorar? Diría que sí, que las lágrimas limpian los
ojos que antes han estado empeñados. Quedan limpios y se puede mirar con
claridad la serena y plácida lumbre que calienta el alma recogida en ese
Espíritu de Dios. Él la va guiando. Les suele suceder a estas almas, lo mismo
que ocurre antes de que llueva; todo el paisaje suele estar turbio y oscuro,
confuso y borroso; más cuando llueve todo queda más claro, alegre y sereno. Es
cuando todo se muestra brillante descubriendo su auténtica belleza; así ocurre después
que las lágrimas han manado de nuestros ojos; desaparece la oscuridad y
tiniebla, y queda tanta claridad en el interior del alma que todo aparece claro
y cristalino como el agua más pura y limpia.
+Capuchino
de Silos
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