Quiera
el Señor que podamos abrir los sentidos internos del alma y cerrar los externos
que de nada valen y sirven.
La ceguera hace que no se vea con claridad las
cosas de Dios y la luz que desprende su maravilloso Ser. Es como si la noche se
hiciera dueña de nuestros ojos, que aunque los tengamos abiertos nada vemos.
Pero la
fe del Señor, es lumbre que se mezcla y entra en nuestra alma cada mañana
cuando la pedimos. Él nos la devuelve, sabiendo que por nosotros mismos
nada somos, nada valemos y nada tenemos.
Alguien
decía que la faz del Señor relumbra como el sol de la mañana; así que si
contemplamos las cosas de Dios con sólo nuestros sentidos internos, nuestra
alma se ciega con el resplandor de su sola mirada.
Ahora más que nunca, con
toda diligencia y amor debemos pedirle que nos acerque a Él, a ese mismo Cielo
en el que está. Quiere que, con las alas de nuestro corazón, pongamos todo
nuestro deseo para que lo amemos y conozcamos mejor. Que seamos completamente
ciegos y veamos solo con los ojos de nuestra alma para alcanzar el Cielo en el que está.
El
ciego aprieta entre sus manos para mejor conocer las cosas; así nosotros
veremos y conoceremos mejor la voluntad del Señor si lo agarramos fuertemente dentro de nosotros. Nuestra tiniebla se convertirá en
luz del Señor como hizo con San Pablo.
+Capuchino de Silos
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