Mi muy queridísima
amiga:
¡Cuánto tiempo ha pasado desde que nos conocimos!
¡Una vida entera almacenando celosamente el cariño y los recuerdos de una
profunda y verdadera amistad!
Días que pasaron, algunos tristes, otros tan alegres como era la juventud
que teníamos, que hacía que viviésemos felices pensando en conservar en
nuestros corazones el cariño que nos teníamos y que duraría hasta
siempre; hasta hoy ya, en el crepúsculo de nuestras vidas. Hoy
quiero desearte con palabras de Juan R. Jiménez, una paz tan blanca, tan bella y cálida como
la caída de la nieve”.
Esa paz que siempre ha
brillando en tu corazón como la mejor estrella.
La inquietud, la preocupación, el obstáculo ..., y tantas otras cosas que
pueden sobrevenir de un alma que no es buena, nunca lo vivimos estando a
tu lado. Sin embargo, la alegría, la riqueza espiritual, la nobleza, la
belleza interna ... el mayor bien que puede recibir un ser humano, ¡todo
eso! lo recibiste tú sin haberlo pedido y ha sido el mejor tesoro que te
ha acompañado siempre.
Tu corazón nunca ha estado alborotado. En él se puede caminar sin
ningún peligro porque eres la dueña de una armonía gozosa y ordenada donde nada
turba e inquieta a nadie. ¡En esas almas tan hermosas sólo moran los
mejores frutos de un corazón grande y puro como el tuyo!
Un corazón que nunca ha ambicionado honores y distinciones. Un corazón
paciente y sufridor en las contrariedades que no se deja llevar por ningún otro
desaliento como el que puede estar sufriendo en estos momentos. Un corazón
como el tuyo tiene que tener esa paz preciosa en su interior, pues naciste
para contagiar con tu mansedumbre a todas las personas que han pasado y pasan
por tu vida; por eso tienes alrededor tantos y tantos amigos que te
quieren, y entre los que yo también me quiero encontrar.
Tu amiga de siempre. C.
Alcántara
+Capuchino de Silos
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