¡...si llegaba el consuelo reparador como
un regalo caído del mismo cielo! ¿Para qué desear lo terreno si se podía
alcanzar lo más alto? Era un bálsamo que
purificaba las rendijas más íntimas; llegaba, y ninguna cosa más quería. Todo
quedaba limpio y nada más faltaba; así que no había que desesperar. Sí,
esperar, confiar y seguir esperando y sirviendo; ¿hasta dónde? Hasta lo más insignificante que nos pudiera
parecer. Era alcanzar lo que creías no podías ganar nunca. No era difícil, pues
alguien empujaba y empujaba, y te ayudaba hasta conseguir la meta deseada. Nada era más fácil.Todo se ganaría si todo lo dejábamos en sus manos. Cualquier cosa,
por importante que fuese, sería nada si no contábamos con Él para recibir ese
prodigio divino que nos llega como regalo. Si desechábamos todo, ganábamos lo que creíamos que estaba fuera de nuestro
alcance para ganar lo más grande.
El Sol sale para todos igual, pero,
¿nos paramos un minuto para darnos cuenta que el Sol sale para todos igual?
¿Nos damos cuenta que brilla con todo su esplendor iluminando nuestros más
íntimos recovecos? Con ese sol, el auténtico Sol, todo se hace claridad; queda nuestro
hogar transparente y nítido como el cristal más hermoso recién hecho; con tanta
luz que brilla como el mismo oro. Es su amor que se derrama a manos llenas para
que entendamos ese bello milagro y sus más profundas verdades. ¡Bendito sea!
+Capuchino de Silos
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