Me ha parecido una preciosa conversión que la cuenta el protagonista:
Una experiencia ante Dios
»Era temprano en una mañana a principios de junio, junto al mar en Cape Cod, en
las dunas entre Provincetown y Truro, solitario, junto a las aves que cantaban
antes de que el resto del mundo despertara, cuando, por falta de mejores
palabras, «caí en el cielo».
»Me sentí, casi consciente y físicamente, en la presencia de Dios. Vi pasar mi
vida frente a mí, viéndola como si estuviera repasándola en la presencia de
Dios después de la muerte.
»Vi todo lo que me agradaría y todo lo que me pesaría. Me di cuenta, en un
instante, que el significado y el propósito de mi vida era amar y servir a mi
Señor y Dios.
»Vi cómo Su amor me rodeaba y me sostenía en cada momento de mi existencia. Vi
cómo todo lo que hacía tenía un contenido moral, para bien o para mal, y cómo
todo contaba mucho más de lo que jamás pude imaginar.
»Vi cómo todo lo que me había acontecido en mi vida había sido lo más perfecto
que podía haberse preparado para mi bien, por un Dios que era todo bueno, todo
amor, y especialmente aquellas cosas que me habían causado más sufrimiento
cuando sucedieron.
»Vi que los dos pesares mayores al momento de mi muerte serían, todo el tiempo
y la energía desperdiciada preocupándome porque nadie me quería, cuando en cada
momento de mi existencia me encontraba en medio del inimaginable, inmenso mar
del amor de Dios; y cada una de las horas desperdiciadas, sin hacer nada de
valor a los ojos de Dios.
»La respuesta a cualquier pregunta que me surgía era respondida
instantáneamente. Es más, no podía preguntarme nada sin que ya no supiera la
respuesta, con una excepción de gran importancia: el nombre del Dios que se me
revelaba como el significado y propósito de mi vida. No pensaba en él como el
Dios del Viejo Testamento, a quien llevaba en mi imaginación desde mi infancia.
Dios, ¿cómo te llamas? ¡Que no sea Jesús!
»Oré para que Dios me revelara su nombre, para saber qué religión debía seguir,
para poder adorarlo debidamente. Recuerdo haber rezado diciendo:
"Permíteme conocer tu nombre - no me importa si eres Buda, y tengo que
hacerme budista; no me importa si eres Apolo, y tengo que convertirme en un
pagano romano; no me importa si eres Krishna y tengo que convertirme en
Hindú;¡mientras que no seas Cristo y tenga que volverme cristiano!"
»Esta profunda resistencia al cristianismo se basaba en un sentimiento de que
el cristianismo era el «enemigo», la perversión del judaísmo que había sido la
fuente de dos mil años de sufrimiento para los judíos. Dios, que se había
revelado a mí en la playa, también había escuchado mi rechazo de conocerlo, y
había respetado mi decisión. De modo que no recibí respuesta alguna a mi
pregunta.
»Volví a mi casa en Cambridge y a mi vida ordinaria. Sin embargo, todo había
cambiado. Pasaba todas mis horas libres en búsqueda de este Dios, en silencio
en medio de la naturaleza, leyendo, y preguntando a otros sobre estas
experiencias místicas.
»Como me encontraba en Cambridge, en la década de 1980, era inevitable el
seguir algunas de las sendas de la Nueva Era, y terminaba leyendo mayormente
escritos espirituales hindúes y budistas.
Una santa española
»Sin embargo, un día, caminando en la plaza de Harvard, me llamó la atención la
cubierta de un libro en la vitrina de una tienda. Sin saber nada del libro, ni
de su autor, compré «El Castillo Interior» de Santa Teresa de Ávila. Lo devoré,
encontrando un gran alimento espiritual en su interior, pero todavía no creía
en las alegaciones del cristianismo.
»Continué en esta trayectoria ecléctica, indiscriminatoria, por exactamente un
año. El día exacto en que se cumplió un año de mi experiencia en la playa, recibí
la segunda gracia extraordinaria de mi vida.
»Admito con franqueza que, en todos los aspectos exteriores, lo que sucedió fue
un sueño. No obstante, cuando me quedé dormido sabía muy poco de, ni tenía
ninguna simpatía especial por, el cristianismo, ni ninguno de sus aspectos. Sin
embargo, cuando desperté, me sentía completamente enamorado de la Santísima
Virgen María, y no deseaba más nada que volverme tan totalmente cristiano como
pudiera.
Entrevista con la joven más bella
»En el «sueño», fui conducido a una habitación y se me concedió una audiencia
con la joven más bella que jamás podía haber imaginado. Sin mediar palabra,
sabía que era la Santísima Virgen María. Ella estuvo de acuerdo en contestar
cualquier pregunta que le hiciera, y recuerdo que me encontraba allí, barajando
varias posibles preguntas en mi mente, y haciéndole cuatro o cinco de ellas. Me
las contestó, y entonces me habló por varios minutos, y entonces terminó la
audiencia.
»Mi experiencia de lo sucedido, y mis recuerdos, son de algo sucedido
completamente despierto. Recuerdo todos los detalles, incluyendo naturalmente,
las preguntas y las respuestas, pero todo palidece en comparación al aspecto
más importante de esta experiencia: el éxtasis de estar en su presencia, en la
pureza e intensidad de su amor.
»Cuando desperté, como ya mencioné, me sentía completamente enamorado de la
Santísima Virgen María y sabía que el Dios que se me había revelado en la playa
era Cristo. Todavía no sabía casi nada del cristianismo, y no tenía ni idea de
la diferencia entre protestantes y católicos.
»Mi primera incursión en el cristianismo fue en una iglesia protestante, pero
cuando toqué el tema de María con el pastor, su rechazo me hizo decir: ¡me voy
de aquí!
Deseo de comulgar
»Mientras tanto, mi amor por María me inspiraba a pasar el tiempo en santuarios
marianos, especialmente los de Nuestra Señora de La Salette (en el de Ipswich,
Massachusetts, y en el de la aparición original, en los Alpes franceses) . Me
encontré, sin anticiparlo, con frecuencia presente en misas, y aunque todavía
no creía en la iglesia católica, sentía un intenso deseo de recibir la
Comunión.
»Cuando me acerqué por primera vez a un sacerdote y le pedí que me bautizara,
todavía no tenía ninguna creencia católica. «¿Por qué quieres ser bautizado?»
Molesto, contesté: «¡porque quiero recibir la Comunión y ustedes no me dejan,
si no estoy bautizado!» Pensé que me agarraría de la oreja y me echaría de
allí; pero por el contrario, me dijo: ¡Ajá, ése es el Espíritu Santo, que está
trabajando en ti!»
María y la Eucaristía, una brújula
»Todavía tuve que esperar varios años y madurar en mi fe antes del bautismo,
pero mi amor a María y mi sed por la Eucaristía me guiaron, como una brújula,
hacia mi meta. Le estoy infinitamente agradecido a Dios por mi conversión y le
estoy infinitamente agradecido por las personas que ha puesto en mi camino».
Roy H. Schoeman
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