jueves, 19 de abril de 2012

El Final


El final

El final de la poesía inicia su estreno en el alma.
Allí se aposenta.
Sin palabras, sin trazo alguno.

Es el espíritu quien la ingenia.

Es la sombra de su hermosura.

+Capuchino de Silos



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lunes, 16 de abril de 2012

Celeste tarde


Lo primero que me atrapa es su amor y ternura.
Él me trata como si no hubiese más alma en el mundo que la mía, como si fuese hija única, y comparte conmigo, su misma vida celestial. Celestial de Cielo, celestial de calma y celeste tarde  de verano.

Mientras Él me entrega su Todo, mi oración se eleva a ese cielo de eterno azul con ráfagas de aromas suplicantes, y le digo que quiero llegar a entender todos los milagros celestes para que esas semillas gloriosas florezcan y me hagan crecer y crecer.

Brotó de esa cosa inalcanzable a la razón, de ese misterio excelso que hizo fermentar el amor como la levadura hace en el buen pan.

En mi morada hundo esas mismas raíces que son suyas. Le pertenecen. En la misma fe, en la misma gracia, en el mismo espíritu, en el mismo amor...
...y crezco en Él como el niño lo hace al lado de su padre.

Capuchino de Silos


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viernes, 13 de abril de 2012

Entre dos luces



Te distinguí, te reconocí sin percibirte del todo. Y luego el aroma intenso de las flores que invadía todo penetrando en la piel, y la cera de las velas que olían a fervor y a silencio. ¡Qué hallazgo!; te podía casi tocar entre aquellas dos luces: las del alma y de la existencia. No me cabía duda. ¡Eras Tú! Desde entonces espero captar las mismas delicadas gracias.
Sabes que con tu ausencia los días se me vuelven noches vacías y pobres. Que necesito que ellos se vuelvan brillantes para que no den comienzo las nubes que insisten en aplastarme.
¡Cuánto te debo pedir para poder distinguirte en medio de mis estaciones, reconocerte y decirte!: ¡eres Tú, Señor!
Es a mí a quien corresponde ser un buen cauce para llegar a la gracia y así facilitar tu labor. Si Tú no te cansas en ayudarme, ¿cómo me he de cansar yo?


+Capuchino de Silos



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miércoles, 11 de abril de 2012

Serle fiel


La llamita roja que antes ardía, volvía a encenderse en la oscuridad, en el silencio de la noche, en aquella soledad de la iglesia.
Me llamaba y salí rápidamente a su encuentro. Allí estaba esperándome lleno de infinita bondad y misericordia.
Escuchaba su voz amorosa que me invitaba para que me dejase ayudar por Él.
¡Jesús había vuelto, Jesús vivía, estaba a mi lado; ahora, ahora mismo! Lo noté, lo sentí y lo amé hasta no poder más.

Desapareció la tristeza, la desolación, el desaliento de aquella dolorosa noche del viernes. Él regresaba para devolverme la fe, la esperanza. Yo, recobraba la alegría. Me dejé abrazar abriéndole mi alma y le dije, agarrándome fuertemente a Él, que quería estar siempre atenta a su llamada para no perderme.

Que me iba a encontrar con dificultades era cierto pero que quería serle fiel hasta en los más pequeños detalles, responderle cada vez que me llamase, meditar y profundizar en ese fatídico viernes donde encontró la muerte para no olvidarme jamás.

Ya, con mi Señor vivo, cualquier momento se me vuelve oración para acompañarle en la soledad del sagrario.

En ese rinconcito sombrío del altar me encuentro con Él a solas, de rodillas, a sus pies, para reconocer mi pequeñez, para buscar su mirada, su perdón...


Capuchino de Silos


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lunes, 9 de abril de 2012

Dulce silencio


Cuando de rodillas me puse ante Él delante del sagrario me desbordaba en gozo y alegría. Tenía relación con el gozo y la alegría de la Pascua vivida y sentida anteriormente.
Me había rescatado del pecado, de la muerte eterna; me había dado la Vida y me había resucitado con Él. Me llevaba de la mano una vez más. En realidad nunca me había soltado. Siempre lo noto a mi lado. Solo de pensarlo y desearlo, me conmovía, me emocionaba el gozo, la felicidad y me envolvía la dulzura que Él me entrega cuando voy a verlo.
Sólo una única condición basta para seguir viviendo en esa continua paz y felicidad: no dejar que nada ni nadie me pueda separar de Él. Y es verdad; mi corazón siempre que lo busca se inunda de alegría porque su mirada me traspasa el alma llena de amor infinito.
Conforme lo iba meditando, la tristeza de días anteriores a la Pascua de Resurrección, había desaparecido convirtiéndose en plena dicha espiritual. Me sentía comprendida, mimada y muy querida por el Padre más maravilloso y dulce que jamás pude soñar tener.
Mi rato de rodillas seguía plácidamente en actitud más que confiada.
Una vez más había vuelto a necesitarlo, pero Él estaba allí esperándome con la misma sonrisa y amorosa mirada, y una paciencia y amor infinito de Padre misericordioso. Me esperaba en un delicioso y dulce silencio sabiendo que mi forma de estar era una manera ferviente y sencilla de agradecerle los numerosos bienes que me hace cada día.
Así, sin más, de manera sencilla y natural, recibía su cálido y entrañable amor que me ofrecía calladamente mientras me hallaba delante de Él.
Un día más me sentí amada, muy amada.

+Capuchino de Silos 


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domingo, 8 de abril de 2012

“La Vida pudo más que la muerte”


Ella, su Madre, sabía que iba a resucitar y, recogida en oración, esperó que su Hijo fuera glorificado.
Y se le apareció de manera que Ella lo reconocería.
La alegría es de imaginar que la desbordaría. Aquella dolorosa muerte y aquellas llagas que fueron lágrimas de dolor en su corazón tres días antes, se convertirían en fuentes de esperanzas y alegría; y ahora, verlo acompañado de ángeles y santos al que tuvo muerto en sus brazos, la tuvieron que hacer enmudecer de amor, alegría y ternura. El dolor desapareció por completo.
Como Ella, también yo enmudezco de felicidad. Es mi gran fiesta de acción de gracias porque Cristo vive y está de nuevo entre nosotros. Está de nuevo conmigo. Ya nada hay que temer.
¡Señor, ya nada temeré!
 “¡Cristo ha resucitado! La Vida pudo más que la muerte”
Cristo vive y esto colma mi corazón de gozo, y vive para que nunca yo muera al pecado y para que su resurrección sea mi resurrección espiritual, porque sin Él mi vida seguiría triste y vacía. 
+Capuchino de Silos
 
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domingo, 1 de abril de 2012

Domingo de Ramos


Pasión


Sí, su Pasión vuelve y está viva.
Reverdece, se renueva,
en cada primavera,
con el azahar.

Su Savia es tan sabia
como la mejor esencia.
Así es su Amor.
Sólo tiene sacrificio,
de intensas ofrendas dadas.

El soplo de su Vida
vuelve al alma en suave brisa,
torna dulce los sentidos
con su sola imagen y presencia.

Así es su Amor eterno.
Así es su Vida.
Así  reaparece su Pasión
con el azahar
de cada primavera,
para que yo la viva.
 

+Capuchino de Silos



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lunes, 20 de febrero de 2012

El cardenal Newman sobre la medida de los soberbios



"Partiendo del texto, intentaré mostrar que la dificultad que encuentran las palabras humanas al expresar ese misterio no es mayor que la que sentimos cuando queremos expresar en palabras humanas incluso esas cosas de la tierra de las que tenemos experiencia real, y cuya existencia no podemos negar porque las vemos a diario. Así que lo que nos toca a los hombres es usar de los misterios de la religión como hizo David: sencillamente, como un medio para imprimir en nuestro espíritu la grandeza inescrutable de Dios Todopoderoso. Los misterios de la religión se miden por cómo los soberbios intentan conciliarlos con su propia capacidad de comprensión, y por cómo los humildes los concilian con el poder de Dios. El humilde glorifica a Dios por ellos, el soberbio se levanta a sí mismo contra ellos".

 

 

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miércoles, 15 de febrero de 2012

Para pedir la luz interior

Autor: F. Zóbel

Oración.
Alúmbrame, buen Jesús, con la claridad de tu luz interior, y quita de la morada de mi corazón todas las tinieblas. Refrena mis muchas distracciones, y destruye las tentaciones que me hacen violencia. Pelea fuertemente por mí, y ahuyenta las malas bestias, que son los apetitos halagüeños, para que se haga paz en tu virtud, y la abundancia de tu alabanza esté en el santuario, esto es, en la conciencia limpia. Manda a los vientos y a las tempestades, di al mar que sosiegue, y al aquilón que no sople, y todo se convertirá en gran bonanza.
Envía tu luz y tu verdad para que resplandezcan sobre la tierra, porque soy tierra vana y vacía hasta que tú me ilumines. Derrama de lo alto tu gracia; baña mi corazón con el rocío celestial; suministra las aguas de la devoción para regar la faz de la tierra, para que produzca fruto bueno y perfecto. Levanta el alma oprimida con el peso de sus pecados, y eleva todo mi deseo a las cosas del cielo; porque después de gustada la suavidad de la felicidad celestial, me desdeñe de pensar en las cosas de la tierra.
Apártame y líbrame de toda transitoria consolación de las criaturas; porque ninguna cosa creada basta para aquietar y consolar cumplidamente mi deseo. Úneme a ti con el inseparable vínculo del amor, porque sólo tú bastas para el que te ama, y sin ti todas las cosas son despreciables.

T. de Kempis 


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domingo, 12 de febrero de 2012

Buscando Tu rostro


En una ocasión un joven tuvo el deseo de subir a la cumbre de una montaña pues pensaba que ahí podría ver el rostro del Señor.

Preparó todo lo necesario, y un día al amanecer empezó su gran aventura; al llegar a las faldas de la inmensa montaña se topó con un anciano que vivía en una pequeña y vieja cabaña; éste al verlo le preguntó: “¿dónde te diriges con tanta prisa y entusiasmo?”.

El joven contestó: “A la cumbre de ésta montaña, pues en ella espero ver el rostro del Señor”.

El anciano le dijo: “Por qué no te quedas un momento conmigo y me ayudas a reparar mi cabaña pues se está cayendo y cómo ves yo ya soy muy viejo y no puedo solo, y al terminar reanudas tu aventura”.

El joven contestó: “Disculpe, anciano, pero no puedo, se me hace tarde, pero al bajar con gusto le ayudaré”.

Después de un par de horas el joven llegó a la cumbre de la montaña, y con gran ánimo gritó: “Señor, ¿dónde estás? ¿quiero verte? ¿dónde estás?”, una y mil veces repitió las mismas preguntas pero no hubo respuesta alguna. El joven al ver su fracaso se retiró del lugar tristemente.

En su camino de regreso pasó de nuevo junto a la cabaña, que estaba completamente deshecha y el anciano ya no se encontraba en ella. Él sin darle mucha importancia, continuó su camino.

Al poco rato, encontró una iglesia y decidió entrar en ella y dialogar lo sucedido con el Señor. Ya frente al Sagrario exclamó: “Señor, esta mañana he buscado tu rostro y no lo encontré”. Y el Señor contestó: “Hoy, yo también te pedí ayuda...y no la encontré”

Marcelo Bravo

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