sábado, 4 de diciembre de 2010

Mis haikus de Adviento I





Con tus ofrendas,
y por la senda recta
toda la vida.

Serás mi guía
reparando mis fuerzas.
Y con dulzura.

Nada yo temo.
Por cañadas oscuras
estás conmigo.

Y tus palabras,
me llenarán de sueño
en mi morada.

Y de perfume
el alma me reparas.
Son tus fragancias.

Sanas las llagas
y vendas las heridas
si en mí habitas.

Con mil estrellas
recorres mi refugio.
Misericordia.


+C.




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Mis haikus de Adviento




Serás mi guía
reparando mis fuerzas.
Con tu dulzura.

 
Nada yo temo.

Por cañadas oscuras,
estás conmigo.

 
Con tus palabras,

se llenará mi copa
en mi morada.

 
Y con perfume

el alma me reparas,
con tus fragancias.

 
Sanas las llagas.
Y vendas las heridas,
si habitas en mí.

 
Si trabajo mi campo,
recorres mi refugio
con mil estrellas.

 
Con tus ofrendas
y por la senda recta,
toda la vida.


+C.





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jueves, 2 de diciembre de 2010

...al final de los días.




Soy perseverante, paciente y terca como una mula.

Y además como la viuda impertinente de la parábola. Incansable e insistente.

Tenga o no tenga ganas, allí que estoy. Hablando o intentando hablar con el Señor.

Unas veces pidiendo, otras agradeciendo y otras en silencio pero allí con Él y con la esperanza de que me escucha siempre aunque calladita esté.

Si esta es la fe que queda al final de los días, pues mira qué bien.

¡Cuánto me alegro, Dios mío!


+C.



 
 
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miércoles, 1 de diciembre de 2010

Sanas costumbres. ¿Por qué se pierden?



¿Saben qué? Que al cura de mi parroquia, (no la mía, sino la otra), alguna que otra vez lo he visto santiguarse cuando se ha encontrado en situación no grata para él y yo, ni corta ni perezosa, lo he tratado de imitar en casa con alguna que otra situación similar. ¿Pues sabe lo que me dicen los míos? que parezco una beata. Tiene guasa el tema ¿no? Y en casa somos católicos. ¡Yo que lo hago más bien por una buena causa! Pues, a pesar de los pesares, lo he incorporado a mi vida. Me parece un buen método para callarse de vez en cuando o quitarte una mosca venenosa de tu pensamiento que a veces se vuelve revoltoso.

Debemos creer en la protección del cielo y el santiguarse es algo como “mágico”, un gesto que podemos realizar y que implica con ese gesto un reflejo de la fe que tenemos y que sigue el mismo camino de cuando éramos niños, pues lo aprendí cuando estaba en el colegio. ¿Por qué se pierden esas costumbres?

También recuerdo que al pasar por una iglesia la gente se santiguaba, pues también se ha perdido. Era un recuerdo, un gesto de amor,pues tampoco. Al ir suprimiendo nuestras prácticas religiosas, como esta de santiguarse, le hemos ido dando ventaja al enemigo, hasta ver cómo van desapareciendo las cruces de nuestros colegios. Pues santiguarse no es ni más ni menos que hacer la señal de la cruz y eso no le hace daño a nadie.

El santiguarse,
es la señal de la cruz.
Sana costumbre.



+Capuchino de Silos





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domingo, 28 de noviembre de 2010

El trigal


“Con la ardiente paciencia de un trigal. He aquí una hermosísima parábola de Ignacio Larrañaga, un hombre cuya forma paciente de mirar la realidad dejándose interpelar por ella ha transformado muchos corazones: «hoy siembras un extenso trigal en el campo. Vuelves a la semana siguiente y no se ve nada: parece que el trigo murió debajo de la tierra. Vuelves a las dos semanas y todo sigue igual: el trigo sigue sepultado en el silencio de la muerte.

Retornarás a las cuatro semanas y observarás con emoción que el trigal, verde y tierno, emergió tímidamente sobre la tierra. Llega el invierno y caen toneladas de nieve sobre el trigal recién nacido que, aplastado por el enorme peso, sobrevive, persevera. Vienen las terribles heladas capaces de quemar toda vida. El trigal no puede crecer, ni siquiera respirar. Simplemente se agarra obstinadamente a la vida entre vientos y tempestades para sobrevivir. Asoma la primavera y el trigal comienza a escalar la vida lenta pero firmemente. Apenas se nota diferencia entre un mes y otro; parece que no crece. Cuando vuelves unos meses más tarde, con tus asombrados ojos te encontrarás con el espectáculo conmovedor de un inmenso trigal dorado, ondulado suavemente por la brisa. ¿De dónde viene esta maravilla? De las noches horribles del invierno. Por haber sobrevivido con una obstinada perseverancia en las largas noches del invierno, hoy tenemos este espectáculo.

No hay más. Cuando llegue la hora en que parezca que, en lugar de adelantar, retrocedes, mantente en pie, sobrevive, persevera como el trigal. Cuando la helada de la aridez o la niebla del tedio te penetren hasta los huesos, persevera con una ardiente paciencia: en tus firmamentos habrá estrellas y en tus campos espigas doradas».


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sábado, 27 de noviembre de 2010

El Adviento


Llega el tiempo de esperanza y espera.

El Adviento que nos invita a meditar en la venida del Niño. Todo este tiempo, estas cuatro semanas giran alrededor de Él. Es el tiempo de la primera venida del Señor en Belén, de ayer, de hoy, de mañana y de siempre.

Es el tiempo que se prepara para la gran fiesta y que nos dice que Nuestra Señora está preparada para que nazca el Niño que lleva en su vientre. Nuestro Rey de Reyes.

Es el tiempo para contemplar al Dios Inseparable, porque siempre ha cumplido con todos nosotros, en su vida como hombre, y dándonos en la cruz su amor como Salvador nuestro.

Preparar la Navidad es escuchar Su Voz, Su Palabra y disponer nuestros corazones para la gran fiesta que viene: el Nacimiento del Niño Dios.


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+C

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viernes, 26 de noviembre de 2010

"De lo que viví antes de confesarlo, recuerdo lo siguiente...


"El diablo"

"Como párroco de un pequeño pueblo, frecuentemente, cada domingo, salía por las calles y aprovechaba para saludar a la gente, dejándoles una catequesis escrita, especialmente a aquellos que por diversas razones no acudían al templo.

En aquella parroquia dedicada a San José, muchos tenían una costumbre que cumplían sin falta cada domingo, como si fuera un deber. Esto era tomarse “unas frías” -así llamaban ellos a la cerveza-. Por tanto, era fácil saber dónde encontrar este tipo de “fieles”, y entre ellos estaba también él.

Cierto día, al terminar mi recorrido, se acerca una señora para preguntarme si había reconocido al “diablo”. Según ella, yo lo había saludado y él había recibido uno de los mensajes que yo repartía. Yo no había visto al “diablo”, o por lo menos no recuerdo haber visto a ninguna ni a ninguno que se le pareciera.

En otra ocasión necesitaba ir al pueblo vecino para ayudar a un hermano sacerdote, pero el coche de la parroquia se había averiado y por ello necesitaba a alguien que me transportara.

Vaya sorpresa cuando, al preguntar a algunas personas quién podría ayudarme con este servicio, inmediatamente un niño me dijo: «Padre, si gusta llamo al “diablo” para que se lo lleve». No se imaginan lo que pensé en aquel momento. Parecía una broma, pero luego acepté la propuesta y ese día lo vi por primera vez…

Por un buen rato guardé silencio, pues era la primera vez que hacía un viaje así. Además pensé: ¿de qué puedo hablar con el diablo? Al poco tiempo le hablé, pero parecía más una entrevista que un diálogo. Ese día, antes de terminar el viaje y sin decir nada, dejé en su coche un escapulario de la Virgen del Carmen.

En adelante lo veía por todas partes; ya lo reconocía y, aunque siempre lo invitaba a la misa, él siempre me decía: “ahora no, algún día lo haré, tengo mis razones”.

El tiempo pasó, y cierto día un niño que esperaba en la puerta del templo me dijo que alguien me necesitaba urgentemente y que no quería irse sin antes hablar conmigo. El niño me explicó que se trataba de un enfermo grave. Entonces, rápidamente busqué todo lo necesario para la visita.

Cuán asombrado quedé cuando, al llegar a aquel lugar, descubrí que el enfermo grave que hacía varios días esperaba al sacerdote era Ramón, aquel a quien llamaban “el diablo”; un hombre del campo que había vivido situaciones humanas muy difíciles. No recordaba cuándo ni por qué le habían empezado a decir así, pero él se había acostumbrado. Ahora, postrado en una cama, padecía de un cáncer terrible y se acercaba a su final.

Recuerdo muy bien lo que él me dijo aquel día: «Padre, ¿me recuerda? Soy aquel que llaman “el diablo”, ¡pero mi alma no se la dejo a él; le pertenece a Dios! Por favor, ¿me puede confesar?»

Fue un momento muy especial, pero aún más cuando vi lo que apretaba en sus manos mientras lo confesaba: un escapulario; precisamente aquel que yo le había dejado en su coche. Ahora él lo portaba en su viaje a la eternidad. Luego, en aquella casa también pude ver una hoja sobre la confesión, una de aquellas que yo mismo le había dado un domingo al mediodía.

Qué grande y misterioso es Dios. Obra en silencio y con sencillez, pero además nos permite compartir con todos el don que nos ha dado.

Y ese día todo el pueblo lo comentaba (y también yo lo pensaba): ¡he confesado al diablo!".


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jueves, 25 de noviembre de 2010

Alguien desde Sevilla dijo:


Lo que a continuación he copiado para que lo lea todo aquél que pase por este blog.
Me parece una oración maravillosa abrazando a Cristo. Espontánea, sincera, rezada, implorada desde el rincón más profundo del alma; alguien con alma sensible que sabe amar, que espera, que cree y confía descansando plenamente en Él.

No puede ser má bella.

¡Disfrútenla!



"Tú eres el Rey de la gloria, Cristo.

Tú eres el Hijo único del Padre.

Tú, para liberar al hombre,

aceptaste la condición humana

sin desdeñar el seno de la Virgen.

Tú, rotas las cadenas de la muerte,

abriste a los creyentes el reino del cielo.

Tú te sientas a la derecha de Dios

en la gloria del Padre.

Creemos que un día

has de venir como juez.

Te rogamos, pues,

que vengas en ayuda de tus siervos,

a quienes redimiste con tu preciosa sangre.

Haz que en la gloria eterna

nos asociemos a tus santos.

Salva a tu pueblo, Señor,

y bendice tu heredad.

Sé su pastor

y ensálzalo eternamente.

Día tras día te bendecimos

y alabamos tu nombre para siempre,

por eternidad de eternidades.

Dígnate, Señor, en este día

guardarnos del pecado.

Ten piedad de nosotros, Señor,

ten piedad de nosotros.

Que tu misericordia, Señor,

venga sobre nosotros,

como lo esperamos de ti.

En ti, Señor, confié,

no me veré defraudado para siempre".



&

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miércoles, 24 de noviembre de 2010

Conceptos de bellezas y “conceptos”



Las palabras que el Papa nos dejó en su viaje a España en La Sagrada Familia de Barcelona, debiera haberlas leído un profesor que tuve en la Facultad de las” bellas partes” de mi ciudad, y que me costó una de las calificaciones más bajas de la carrera porque se me ocurrió decir en alta voz que en el aseo, como obra de arte, que hay en el Museo de arte Contemporáneo de Nueva York con compresas usadas y pegadas, era una falta de respeto y un insulto a la inteligencia. Me respondió que yo nunca lo iba a entender, ni lo entendería jamás porque estaba obsoleta.

Gracias a Dios sigo obsoleta, antigua, pretérita y todo lo que quiera, pues para ese profesor, el concepto de belleza y de arte era esa porquería o también un pimiento en descomposición entre cristales; eso era para él una obra de arte que tiene colgado en el salón de su casa. Simplemente, nos dijo que la compró, porque era diferente a todo lo que ya se había realizado anteriormente y que jamás a nadie se le hubiera ocurrido. ¡Un Marcel Duchamp en vegetariano! Por lo visto, para este señor, un pimiento en descomposición es una obra de arte. Cosas peores y escatológicas tuve que estudiar en los textos.

Creo que el concepto de belleza que tiene nuestro Papa, es algo más instructivo e inteligente de lo que este señor enseña. Usted, señor profesor, se dedicó todo el curso a decir bobadas tras bobadas y “comerle el coco” a los que asistíamos a clase. Solo Dios sabe cuántos chalaos salieron de ella. Pero usted se quedó con dos obras mías que no me quiso devolver. En ella no había ni un pimiento ni nada por el estilo que pudiese herir ninguna sensibilidad.

Dejando atrás estos recuerdos que vienen a mi memoria, las bellísimas palabras que nuestro Papa pronunció sobre la belleza, el arte y Antonio Gaudí hacen que brote la emoción a mi alma haciendo que se me olvide todo lo demás.

“Y recordamos, sobre todo, al que fue alma y artífice de este proyecto: a Antoni Gaudí, arquitecto genial y cristiana consecuente, con la antorcha de su fe ardiendo hasta el término de su vida, vivida en dignidad y austeridad absoluta. Este acto es también, de algún modo, el punto cumbre y la desembocadura de una historia de esta tierra catalana que, sobre todo desde finales del siglo XIX, dio una pléyade de santos y de fundadores, de mártires y de poetas cristianos. Historia de santidad, de creación artística y poética, nacidas de la fe, que hoy recogemos y presentamos como ofrenda a Dios en esta Eucaristía”

Y es que, para ser artistas, no hace falta ser ni pagano ni teñirse de verde una cresta con el resto de la cabeza pelona, ni nada por el estilo.

Ser artista va mucho más allá que todo eso. Conozco artistas de talla internacional, que si se ven por la calle nadie podría decir que viven felices porque viven en/y para Cristo. Gente completamente normal que son famosas, famosísimas y viven tan felices, precisamente por eso, porque sus pinceles, sus cinceles, sus libros o poemas los dirige la mano del Altísimo, porque es Él quien mejor pinta, quien mejor modela, quien mejor escribe, quien más ama…y más.
Si tú lo amas a Él, es Él quien dirige tu obra para que esa obra se distinga de todas las demás.


“Ella es un signo, (refiriéndose a La Sagrada Familia), visible del Dios invisible, a cuya gloria se alzan estas torres, saetas que apuntan al absoluto de la luz y de Aquel que es la Luz, la Altura y la Belleza misma. En este recinto, Gaudí quiso unir la inspiración que le llegaba de los tres grandes libros en los que se alimentaba como hombre, como creyente y como arquitecto: el libro de la naturaleza, el libro de la Sagrada Escritura y el libro de la Liturgia. Así unió la realidad del mundo y la historia de la salvación, tal como nos es narrada en la Biblia y actualizada la Liturgia”.


Si la obra del artista sale de un hijo enamorado de Dios como fue Gaudí, se convierte en obra grandiosa como es La Sagrada Familia. Finalizo escogiendo estas palabras de nuestro Santo Padre.


“E hizo algo (refiriéndose a Gaudí) que es una de las tareas más importantes hoy: superar la escisión entre conciencia humana y conciencia cristiana, entre existencia en este mundo temporal y apertura a una vida eterna, entre belleza de las cosas y Dios como Belleza. Esto lo realizó Antoni Gaudí no con palabras sino con piedras, trazos, planos y cumbres. Y es que la belleza es la gran necesidad del hombre; es la raíz de la que brota el tronco de nuestra paz y los frutos de nuestra esperanza"




Os pongo este enlace sobre la belleza precioso.


+C

domingo, 21 de noviembre de 2010

Un solo poema

Acuarela - Capuchino de Silos


Quisiera escribir en mi alma un poema inmenso y vivo.

Un poema tan vivo como el mar y tan inmenso como el universo.

Reposado y alegre en la mañana, azul y de estrellas en la noche.

Un poema que llegue al cielo con mis alas para llegar a tu Verdad.

Un poema transparente como el aire, sencillo y silencioso.

Un poema que sea como el tallo de una joven flor recién nacida que muere feliz en unas horas por haberte servido con su aroma.

¡Qué locura si el mar manara de mis ojos al encontrarlo!

¡Qué sentir infinito sería en mí con solo hallarlo!

Un poema que te encuentre, sin posible pasado que me altere.

De siempre busco ese poema que te ame y con él al resto de las almas.

Ya cae la noche y en oración, me suspendo en tu recuerdo para poder descubrirlo entre mis sueños.

Un solo poema, mi Dios, mi Rey.



+Capuchino de Silos